Sentir lo nuestro
Sentir que nuestras calles albergan la mirada de la memoria, la sombra de caminantes que parece que mora en los cenitales rincones. Esta brisa de mayo que se obstina en trazarle versos a todas las aceras. La letanía de los pájaros que aletean en desconcierto cuando comienza a regresar la luna y el sol desaparece por el plateado paisaje.
Las risas de los niños, que tintinean en su transparente esencia, tejiendo los últimos momentos de luz y solfeando un eco a la trama del azul oscuro que se nos impone cada noche. Sentir nuestra ciudad, habitarla, encontrarnos con ella, vivirla, cuidarla, ser raíz en sus barrios entrañables, respirar la belleza de su aire, bebernos la frescura de sus fuentes, entregarnos a la cima callada de estos campos de olivares, gastar sus plazas apretando la vida para hundirnos en las huellas de antaño. Sentir lo que tenemos y alzarlo. Pensar que hay una magia que desechamos, una historia que no recordamos y un conformismo de desaire que nos merecemos. Prohibirnos entrar en la esencia de lo fácil, de un paisaje sucio que no alberga ninguna estética, la costra de la desunión política, gestos amputados por los olvidos, quejas sin pozo que horadan el tiempo. Sentir y hacer nuestra ciudad hermosa, fecunda, íntima, cuna del Renacimiento, capital mundial del aceite de oliva; con sus cuestas que asemejan las formas del lagarto de la Malena. Su Castillo sobrio vecino de Jabalcuz. Nuestra Catedral, merecedora de ser Patrimonio de la Humanidad. Sentir lo nuestro. Entonces Jaén se merece el más bello de mis poemas.
Rocío Biedma
Poeta