Sentido y sensibilidad
Entre campaña y campaña, en los próximos meses nuestros políticos se la juegan. Todos. Este verano, que para mí y los lectores supondrá un merecido descanso en esta cita de papel, estará cargado de trabajo y preocupaciones para quienes aspiran a dirigirnos cuando se acerquen las próximas navidades. Al indolente y perezoso registrador de la propiedad no le queda otra sino definirse, tomar decisiones, hablar con claridad, sintonizar con la calle y las cafeterías, con lo que habla la gente.
En esa dirección apunta el relevo del adusto y rudo Floriano por el guapito de cara Pablo Casado, intérprete y oráculo de los inescrutables gestos marianitas. Veremos si el “lifting” resulta suficiente.
No inferior es el reto al que se enfrenta Pedro Sánchez, investido candidato socialista al “estilo hollywoodiense”, con tal de seducir a dos millones de votantes centristas, sin cuyo voto no llegará a la Moncloa.
Un paso a dos el de los líderes del cuestionado bipartidismo: Mariano hacia el centro, Pedro hacia la moderación, frente a dos potentes amenazas. El fotogénico azul claro de Rivera, dispuesto a llevarse de calle a las señoras bien del barrio de Salamanca, desmayadas ante el yerno ideal, desestabiliza los tintes capilares del actual presidente del Gobierno. A la vez, el rojo desteñido de Pablo Iglesias compite con un objetivo: Adelantar a Sánchez en la primacía dentro de la izquierda, al rebufo de sus espectaculares resultados en las recientes elecciones municipales. De la nada, al pacto de igual a igual con los socialistas.
Se me ocurre una sugerencia como ciudadano, válida para los cuatro jinetes competidores: Que tiren de sentido común, que no se pasen en descalificaciones e insultos que luego hayan de tragarse, como sucedió en la “romántica” cenita entre Pedro y Pablo: La “pérfida casta” y el “populismo barato” derritiendo las velas, o casi.
Tampoco estaría mal un poco de sensibilidad hacia los más perjudicados por la crisis, en línea con lo que Susana Díaz plantea como ley: El blindaje del sistema público de salud, sin distingos ni melindres. Con buenas dosis de sentido y sensibilidad ya iríamos apañados.
En esa dirección apunta el relevo del adusto y rudo Floriano por el guapito de cara Pablo Casado, intérprete y oráculo de los inescrutables gestos marianitas. Veremos si el “lifting” resulta suficiente.
No inferior es el reto al que se enfrenta Pedro Sánchez, investido candidato socialista al “estilo hollywoodiense”, con tal de seducir a dos millones de votantes centristas, sin cuyo voto no llegará a la Moncloa.
Un paso a dos el de los líderes del cuestionado bipartidismo: Mariano hacia el centro, Pedro hacia la moderación, frente a dos potentes amenazas. El fotogénico azul claro de Rivera, dispuesto a llevarse de calle a las señoras bien del barrio de Salamanca, desmayadas ante el yerno ideal, desestabiliza los tintes capilares del actual presidente del Gobierno. A la vez, el rojo desteñido de Pablo Iglesias compite con un objetivo: Adelantar a Sánchez en la primacía dentro de la izquierda, al rebufo de sus espectaculares resultados en las recientes elecciones municipales. De la nada, al pacto de igual a igual con los socialistas.
Se me ocurre una sugerencia como ciudadano, válida para los cuatro jinetes competidores: Que tiren de sentido común, que no se pasen en descalificaciones e insultos que luego hayan de tragarse, como sucedió en la “romántica” cenita entre Pedro y Pablo: La “pérfida casta” y el “populismo barato” derritiendo las velas, o casi.
Tampoco estaría mal un poco de sensibilidad hacia los más perjudicados por la crisis, en línea con lo que Susana Díaz plantea como ley: El blindaje del sistema público de salud, sin distingos ni melindres. Con buenas dosis de sentido y sensibilidad ya iríamos apañados.