Sensaciones únicas

En algunos momentos singulares a lo largo de la vida los humanos experimentamos sensaciones únicas que se nos quedan grabadas en la mente con todo detalle y que más tarde hemos de recordar una y otra vez, siempre con total nitidez. Esas vivencias son hitos alrededor de los cuales la mayor parte de las personas moldean su propio carácter, anclan el pasado, evalúan su realidad presente, deciden cómo desearían que fuese su futuro e incluso a veces llegan a cambiar el sentido de su vida por completo.

    07 feb 2014 / 18:21 H.

    Como es lógico suponer esas marcas vitales desde un punto de vista emocional pueden ser de carácter agradable o desagradable, nunca neutras pues en este caso pasarían al olvido sin dejar esa huella indeleble que las define. Si son desagradables, será doloroso aunque inevitable volver a vivirlas cada vez que surjan de lo más profundo de la memoria, ese lugar ignoto e incontrolable donde están almacenadas muy a pesar nuestro. Es como si el hado inclemente quisiera reafirmar su omnipresencia en los momentos amargos de la vida, esos en los que estamos agobiados, casi vencidos y no somos capaces de encontrar y dar nada positivo. Nadie en su sano juicio desearía repetir esas experiencias tan negativas, ni compartirlas con los demás. Pero por fortuna ‘mientras hay muerte hay esperanza’ decía Giuseppe Tomasi di Lampedusa en el Gatopardo, y sí por el contrario, los recuerdos son agradables intentaremos volverlos a la memoria tantas veces nos sea posible, aunque muchas de ellas sin éxito, en especial cuando no se dan las circunstancias temporales o ambientales que los grabaron y pueden hacerlos reales de nuevo, pero cuando encontramos el momento mágico que los hace germinar, nuestra mente abierta y receptiva se convierte en la fuente cristalina de cuya memoria brotan en forma de ideas y sentimientos los mejores momentos de felicidad. En este caso todos estamos dispuestos a compartirlos para encontrar nuevos matices con los que fijar aún más aquello que consideramos digno de nuestro mejor yo, ese ego que nos define y permanece hasta la muerte. Ese estado anímico suele ser el desencadenante de períodos en los que somos capaces ser fructíferos y dar lo mejor de nosotros, fertilidad creativa que redunda en actos que nos hacen avanzar y ser capaces de producir sinergias positivas también a nivel colectivo.
    Francisco Casas es escritor