16 abr 2014 / 22:00 H.
En primavera Andalucía se transforma en colorido despertando los sentidos para saborear la belleza de la creación de Dios y la creatividad del hombre. Al calor de los rayos primaverales florecen los naranjos impregnando de su aroma que por estas fechas se fusiona con el olor a incienso, el sonido del bullicio, el silencio, el rastrear de los pies de costaleros, el tintinear de varales al son de los tambores y ese tufillo del humo de los cirios que componen el ritual de la catequesis que todos los años desde hace siglos se imparte en las calle compartiendo una manifestación de fe honda de raíces profundas desde que el apóstol Santiago vino a evangelizar España dejándole el testigo a los siete varones apostólicos que se dispersaron por los cuatro puntos cardinales. El Papa Francisco nos dice en su homilía que la Cruz no es un es un ornamento del altar sino es el misterio del amor de Dios. La Semana Santa es una expresión suprema de toda la humanidad, el Cristo sale a la calle, tiene traspasado el corazón herido de amor y como María mirarlo con ojos contemplativos para que nos cure nuestras heridas más profundas, cuando las heridas no se curan se infectan de egoísmo, vanidad, soberbia, rencor. Vemos en los pasos imágenes que nos hablan de la sociedad en que se relatan los hechos que sucedieron hace más de dos mil años en una sociedad donde los judíos piden señales los griegos buscan sabiduría; mientras nosotros anunciamos a Cristo crucificado escándalo para judíos, y locura para los gentiles. En esta sociedad, que ya es el tiempo del hombre redimido, surgen los indiferentes amigos del relativismo cómodo.