Hasta Siempre

Un hasta siempre. Recuerde a sus familiares y amigos con una dedicatoria. Envíe sus textos, acompañados de una fotografía a nuestra dirección de correo electrónico lasemana@diariojaen.es

Joaquín Mena de Jaén. Un hostelero emprendedor y muy trabajador

Joaquín Mena fue miembro de una familia que ya tuvo negocios de hostelería y confitería a finales del siglo XIX y principios del XX. En la década de los 40 entró como aprendiz en Calzados La Moda Aparicio, en la calle Cerón, donde fue dependiente. Se vislumbraba ya su espíritu emprendedor e inquieto. En la postguerra tostaba cebada y la vendía en paquetillos por domicilios particulares y fruterías. En la década de los 50, empezó a tener una relación directa con la hostelería. Colaboró con su hermano Rafael, un gran emprendedor de la hostelería de Jaén, con negocios

    30 nov 2008 / 12:43 H.

    como El Refugio, Manila, Montana... Joaquín simultaneó este trabajo con su empleo en Calzados La Moda Aparicio. Él siempre contaba la divertida anécdota de clientes que no le conocían, a los que, primero, les vendía unos zapatos y, seguidamente, en el corto trayecto que había hasta el Montana, se cambiaba, se ponía detrás de la barra y atendía al mismo cliente , con el consiguiente desconcierto de este. Tras pasar unos años en Sevilla, a principios de los 60, en Calzados Orozco de la calle Sierpes, regresó a Jaén en 1965 para colaborar de nuevo con su hermano Rafael en El Sotanillo, en la calle Nueva y, posteriormente, en el bar París, para centrarse , finalmente, en el el negocio de la calle Nueva, de la que ya nunca saldría. En 1972 registró la propiedad industrial del nombre El Boquerón de Plata, cambiando el de El Sotanillo, e hizo una reforma en la que reforzó su apuesta por la marisquería. En 1979 inauguró en la calle Nueva el café-bar-restaurante Los Mariscos. A finales de 1983 puso la churrería Los Pitufos. Su filosofía era dedicarse al trabajo y a sus clientes. Fue un empresario formal y apoyó a su familia. Tus amigos.

    El regalo de Olga Senise Barrio, profesora de la Universidad de Jaén

    Poco antes de cumplir los 34 años, el pasado 9 de octubre falleció Olga Senise Barrio. Era profesora del Área de Comercialización e Investigación de Mercados del Departamento de Administración de Empresas, Contabilidad y Sociología de la Universidad de Jaén, doctora en Administración y Dirección de Empresas. Era, además, miembro activo del grupo de investigación “Marketing UJA” y autora de prestigiosas publicaciones científicas. Pero, más allá de su enorme valía profesional, Olga era una mujer de extraordinarios valores humanos, entre los que destacaban la sencillez, la simpatía y la generosidad. La mejor prueba de ello son los continuos testimonios de alumnos, compañeros, y amigos de Olga que estos días se han acercado a mí para recordarla.
    Estas primeras semanas sin ella, todos los que tuvimos la suerte de conocerla bien hemos sentido un vacío y una pena inmensos, al mismo tiempo que experimentábamos un profundo sentimiento de admiración por el ejemplo de lucha, esfuerzo y espíritu de superación que hemos recibido de ella.
    Cuando la conocí ya llevaba dos años en la lucha que mantuvo hasta el último momento. Sin embargo, me encontré ante una persona alegre, llena de energía y de ganas de trabajar. Se implicó de lleno en el proyecto para el que tuve la suerte de contar con ella y colaboró desde el primer día con entusiasmo y dedicación. Lo que inicialmente fue una colaboración profesional fue dando paso a una profunda amistad que ha llenado de cariño mi vida durante estos dos últimos años de estrecha relación.
    Olga compartió conmigo experiencias comunes, ilusiones, miedos y muchos ratos de alegría. Como una heroína, capaz de enfrentarse a cualquier prueba que le presentara la vida, vivía su experiencia como una oportunidad de transformación interior y de crecimiento personal, con fe y seguridad en sí misma. Consciente de que no siempre podemos elegir las circunstancias que nos toca vivir, optó por afrontarlas con actitud positiva, apoyada en el amor incondicional de su marido. Y así vivió valiente hasta el último día. Sabíamos que se nos iba y cuánto iba a doler su ausencia. En los últimos meses, mi principal empeño era encontrar argumentos honestos que la ayudaran a seguir adelante. No sé si logré transmitirle el aliento que intenté reunir con todas mis fuerzas. Lo que sé es cuánto he recibido yo de ella.
    Por Mercedes Roldán Vendrell. Doctora del Área de Lingüística General de la UJA. Jaén

    Diego Fernández Fernández de Villanueva del Arzobispo

    Un albañil, padre y esposo modélico.
    El pasado día 12 de noviembre falleció a los 71 años de edad, Diego Fernández “Lunilla”, dejando a lo que más quería, su familia. Diego nació, el 24 de junio de 1937. A los cuatro años se quedó huérfano de padre y tuvo que trabajar desde muy joven para ayudar al sustento familiar. Desempeñó varios oficios, pero fue en la construcción donde desarrolló su vida profesional.
    A los 21 años emigró a Cataluña, primero a San Feliú de Guixols y, después, a Reus, donde perfeccionó sus conocimientos de la obra. Incluso ganó un concurso nacional de albañilería, por el diseño y construcción de una estructura propuesta por el jurado. Una vez casado, regresó a Villanueva del Arzobispo, donde trabajó como albañil, pero, un tiempo después, fue empleado en la orujera de San Miguel Arcángel, empresa a la que permaneció casi cuarenta años, hasta que se jubiló. Realizó labores de extracción de aceite, así como el mantenimiento, reparación y construcción de hornos y todo lo relacionado con la albañilería que la empresa precisó en esos años en las que permaneció en ella. A Diego Fernández le gustaba el fútbol, los toros y el bricolaje. Pero su gran pasión era su familia. Para él, estar rodeado de los suyos, disfrutando de una comida, era lo máximo ¡Qué migas las suyas! Insuperables. Conversar con su esposa, con sus hijos y las parejas de estos, disfrutar de sus nietos, ayudar a todos, eso era lo que le llenaba. Te fuiste como querías, en el calor del hogar y Dios te concedió una muerte rápida, sin dolor, ese es el consuelo que nos queda. En el último momento estuvieron contigo tu familia y los amigos que te han querido siempre. Adiós papá. Desde donde estés cuida de nosotros. Tu familia.

    Francisco José Pérez Muñoz de Jaén

    Un joven alegre y con un corazón enorme
    A Francisco José sus amigos lo conocían como “El Chato”, el apodo familiar. Tenía 26 años y perdió la vida en un trágico accidente de moto en la Variante Sur de Jaén. Había salido a conseguirle una entrada de fútbol para su padre, porque los dos eran aficionados del Real Jaén. Salió de casa a las seis de la tarde y, una hora después, nos comunicaron que había sufrido un accidente.
    Sentía pasión por los coches y las motos y le encantaba conducir, hasta el punto de que, cuando salía con los amigos él era quien conducía siempre. Lo llevaba en la sangre, pues su abuelo, José “El Prenda”, fue conductor de La Sepulvedana. Su otro abuelo, José Muñoz, tenía el bar “Muñoz” que está frente al Seminario. Francisco José tenía un corazón inmenso. Siempre ha sido muy humano y sufría con el dolor ajeno. El año pasado, en Navidad, trajo a casa a un muchacho que dormía en la calle y pasó cuatro días con nosotros. Francisco José trabajaba en la empresa de pinturas de su cuñado y se estaba peparando para entrar en la Policía. Era una persona muy alegre, que le gustaba relacionarse y tenía muchos amigos. Vivía con sus padres en la casa que la familia tiene frente al Cristo del Arroz, en la finca Los Vadillos, donde él quería permanecer toda su vida. Él irradiaba con su alegría por donde quisiera que iba. Le gustaban las fiestas y, en verano, su casa siempre se llenaba de gente para bañarse o hacer la barbacoa. A la familia, su pérdida nos ha dejado un vacío muy grande. Y también a sus muchísimos amigos. Queremos agradecer públicamente a las miles de personas que acudieron a verlo el día de su muerte y a quienes lo apreciaban. Gracias. Muchas gracias. Tu familia

    A Manuel Rus Hidalgo

    No resulta fácil, amigo y compañero Manolo, escribir esta pequeña reflexión, una vez que tú te has marchado definitivamente de nuestro lado. Qué noticia tan tremenda e inesperada leer tu fallecimiento. Aún me sobrecoge que a los 42 años nos hayas dejado después de una enfermedad de meses, larga y agónica.
    Cuánto dolor, desesperación y paciencia en tus seres queridos, en  especial de tu mujer, madre, hermanos y amigos cercanos. Nunca sabremos porqué la “hermana muerte” nos sorprende sin hacer distinción, sin avisarnos, sin darnos unos años más de tregua.
    Creo que los dos mayores misterios del ser humano son: la vida y la muerte. El misterio de la vida es tan extraordinario que cada nacimiento es un hermoso acontecimiento de júbilo, de gracia, de equilibrio con la Madre Naturaleza. Vivimos para aprender con dignidad a ser mejores personas, ofreciendo a los demás lo que gratis hemos recibido de la misma  vida, del creador, en definitiva de Dios. Tú has sabido dar con generosidad, gratuitamente: tu sencillez, tu alegría, tu capacidad de escucha, de entusiasmo, de entrega, de sacrificio, de esfuerzo de superación, tu ser en sí de buena gente.
    El misterio de la muerte, no tan agradable, que  goza de ninguna o poca simpatía, nos hace estar atentos ante cualquier contratiempo: enfermedad, accidente, suceso inesperado, hastío de la propia vida… cayendo en un círculo vicioso de alerta, de prejuicios, de miedos. Sin sospechar que vendrá sin aviso a por nosotros.
    Muchas veces me pregunto si el valor a la vida, que es lo más sagrado que nos sucede desde la misma concepción y el nacimiento, si es tan importante: ¿Cómo cualquier desaprensivo decide arrebatártela sin más mediante atentados, asesinatos, venganzas, odios, injusticias a todos los niveles? Lo único que podemos tener como propio es nuestra vida. En ella podemos proyectar lo que queremos ser durante nuestra existencia en este mundo terrenal; hasta que un inesperado suceso, una enfermedad por ejemplo, nos pone en alerta que el rival de nuestra vida —la muerte, en todas sus vertientes—, está preparada para poner fin a tantas fantasías, proyectos e ilusiones, sueños por realizar…  y sin más, con poca cara de amigos, nos tiende la mano para llevarnos a otro lugar tan misterioso como la vida y la muerte misma.
    Manolo, tú has sabido vivir sanamente la vida, y también aceptar con momentos de resignación y aceptación las difíciles pruebas del paso de esta vida terrenal a la Vida Eterna. Desde allí seguirás haciendo el bien para todos los que estuvieron juntos contigo, de manera desinteresada, como un ángel custodiando el corazón  de cada uno de tus seres queridos, junto con la hermana vida y con la hermana muerte. Gracias por haberte conocido desde la infancia y encontrarme contigo, en algunas ocasiones, durante estos últimos años.
    Tu amigo, Diego Molina Torreperogil

    María Teresa Ruiz Sastre de Puente de Génave

    Una mujer bondadosa y altruista
    María Teresa Ruiz Sastre, Mari para todos los que la conocimos, que éramos muchos los afortunados, fue gran amiga de sus amigos, amable con todos los que la rodeaban. Apasionada de sus dos hijos, tierna para sus nietos y cariñosa con sus familiares, y buena esposa de su marido, el conocido dentista de Puente de Génave, José Vélez.
    Fue una mujer generosa, paciente, hospitalaria. En su casa cabíamos todos y nos recibía siempre con los brazos abiertos. Su alegría nos contagiaba y su amistad nos fortalecía. Nadie que llamara a su puerta pidiendo ayuda se iba con las manos vacías. Colaboraba con un sin fin de asociaciones benéficas. Fue presidenta de la Cruz Roja en Puente de Génave, demostrando, durante ese periodo, una enorme capacidad de trabajo por su iniciativa e inteligencia.
    Todo el mundo era bueno para ella. Jamás oímos de sus labios una crítica hacia nadie, al contrario siempre expresaba alabanzas. Su belleza era igual por dentro que por fuera, siempre nos decía “me da pereza morirme”. Parece ser que a última hora esa pereza se le olvidó. Ha sido para todos los que la conocimos y quisimos una pérdida irreparable. En el cielo estarán muy contentos con su compañía, tanto como aquí nosotros estamos de tristes por su pérdida.
    Tu amiga que no te olvida