Se desmoronan las barreras del progreso

Desde Jaén. Antes de que las cosas se pusieran difíciles también para nosotros, aquí en nuestro país, ya andábamos sintiendo y hablando de la necesidad de un nuevo modelo que fuera capaz de acabar con tanto sufrimiento que abarca ya a todo el planeta. Pero es actuamente, cuando nos afecta ya a nosotros

    22 ago 2012 / 06:54 H.

    mismos, y padecemos continuas injusticias, cuando nos hacemos conscientes de que el orden mundial vigente no es sostenible para ningún pueblo. El mundo entero, donde y como quiera que lo observemos, nos ofrece el triste lastimoso espectáculo de un vasto, de un debilitado y moribundo organismo, que está siendo desagarrado políticamente y estrangulado económicamente, por fuerzas a las que ha dejado de controlar o comprender. En opinión de la Comunidad Internacional Bahá´í, las fuerzas de las barreras que impiden el progreso de la humanidad hacia su alto destino están cayendo una tras otra, “las vacías y agotadas instituciones, las obsoletas doctrinas y creencias, las gastadas y desacreditas tradiciones que estas fuerzas representan, han sido socavadas, en virtud de su propia senilidad, la pérdida de su poder de cohesión, y su propia e inherente corrupción…”. Nos encontramos ante el umbral de una era cuyas convulsiones proclaman, por igual, tanto los dolores de la muerte del viejo orden social, insostenible por sí mismo por más tiempo, como los dolores del racionamiento del nuevo. Podemos, en el momento actual, experimentar su agitación en el seno de una dolorida, una era que aguarda la hora señaladas para poder arrojar su carga y producir su más precioso fruto.
    “La tierra toda,” escribe Bahá´u´lláh, “se halla ahora en estado de preñez”. Se aproxima el día cuando habrá entregado sus más nobles frutos, cuando en ella habrán crecido los árboles
    más elevados”.
    “Al contemplar el mundo que nos rodea, nos vemos obligados a observar las múltiples evidencias de esa efervescencia universal que, en cada continente del globo y en cada compartimiento de la vida humana, ya sea religioso, social, económico o político, está purificando y adaptando a la humanidad en espera del Día, en el cual la totalidad de la raza humana habrá de ser reconocida y su integridad establecida. Un doble proceso, no obstante, puede ser distinguido, cada uno tendiendo, a su propio modo y con acelerado ímpetu, a conducir hacia un clímax a las fuerzas que están transformando la faz de nuestro planeta. El primero es esencialmente un proceso de integración, mientras que el segundo es fundamentalmente destructivo. El primero, a medida que evoluciona constantemente, revela un Sistema que bien puede servir como modelo de este orden político hacia el cual un mundo en extraña perturbación está continuamente avanzando; mientras que el otro, al ahondar su influencia desintegradora, tiende a derribar, con creciente violencia, las anticuadas barreras que intenta bloquear el progreso de la humanidad hacia su meta predestinada”. El proceso constructivo es el precursor del nuevo orden mundial. Las fuerzas destructivas que caracterizan al otro proceso, deben ser identificadas con una civilización que ha rehusado responder a la expectativa de una nueva era y que, por consiguiente, sucumbe en el caos y la declinación”. Es esta una era de transición, cuyas tribulaciones son las precursoras de una Edad de Oro para toda la humanidad, una edad que cumple las antiguas profecías de un supuesto “fin del mundo”. “Pronto el orden actual será enrollado y uno nuevo desplegado en su lugar” decía Bahá´u´lláhd.
    Gloria Pastor Izquierdo