Se acabó la fiesta

Fernando Cuesta Garrido/Desde Jaén. En Cataluña se recogen los tenderetes de la fiesta. La música ya no se oye. Las luces del escenario se han apagado y comienza su desmontaje. El público abandona la plaza cansado, agotado y sin euros en el bolsillo.

    29 may 2012 / 14:52 H.

    Todo se ha gastado en una fiesta de lujos que ha durado años, muchos años, demasiados años. Tres décadas han transcurrido desde que la democracia de nuestro país ha desarrollado un sistema en el que al estado autonómico se le ha tolerado menospreciar a la Constitución. Las autonomías, algunas de las autonomías han menospreciado y faltado al respeto a los españoles con intentos desleales de secesión. Cataluña o más concretamente un sector político de Cataluña ha creído que era dueña de una parte del territorio de España. Han pensado que las urnas legitimaban sus aspiraciones independentistas con cargo a los ahorros de todos los españoles. Han abierto embajadas por todo el mundo. Se han permitido no respetar la Constitución, la han pisoteado de tal manera que hasta las sentencias judiciales las han sorteado sin ninguna consecuencia. Hasta han prohibido el derecho a la elección lingüística en las escuelas. El idioma español se encuentra entre rejas en una parte de España. Se ha manoseado el catalán, se ha contaminando así un valor que es patrimonio de todos los ciudadanos como es la lengua. Ahora que la realidad se vuelve real, cruda y difícil aquellos que disfrutaban dando patadas a todo aquello que era español piden a la ciudadanía que les ayuden. Se han “bebido hasta el agua de los floreros”. Que la borrachera produce mucha resaca y no tienen nada para que la resaca se les pase. Nos llaman a la puerta para evitar la bancarrota. Es el momento de pasarles la factura que deben de pagar. El Gobierno de España debe aplicar la receta que todos esperan. Tiene la responsabilidad histórica de colocar a los nacionalistas en su lugar. Ha de enseñarles duramente que su recorrido ideológico caducó y en algunas fases despreciables ha tocado su fin. La mayoría democrática que los ciudadanos les dieron en las urnas ha de reflejarse en las actuaciones. Nunca un Gobierno ha tenido la gran oportunidad de colocar al nacionalismo en la senda de su clausura.