San Roque ilumina Arjonilla

Fran Cano/Arjonilla
Desaparece la luz del día y cae la noche con parsimonia. La Iglesia La Encarnación se viste de un misterioso tono naranja que se extiende a los fuegos artificiales y a los cirios de las personas que esperan para iluminar a San Roque, el patrón de Arjonilla.

    18 ago 2011 / 10:28 H.

    Suena el himno nacional y entonces aparece la figura espiritual más venerada por los arjonilleros. 
    No es un día cualquiera en el pueblo y bien lo saben sus gentes. La procesión de San Roque tiene    una estela singular, el trayecto que va desde la parroquia hasta la ermita son tres horas que se viven con una intensidad emocional palpable. Así lo aseguran los cien rostros de hombres y mujeres  que cargan en sus hombros con más de seis metros de la imponente imagen. “Llevo 17 años como capataz de los costaleros. Soy de aquí y tengo una fe enorme en San Roque”, asegura José Rueda Carmona ante la mirada cariñosa de su hija Inmaculada Rueda López, encargada de repartir chicles al centenar de vecinos que lidera su padre.
    Pero la emoción de esta liturgia también atrae a personas de otras ciudades. Especialmente a quienes nacieron en Arjonilla como Francisco Navarrete y su mujer Josefina Santamaría. “Siempre venimos por estas fechas para ver a San Roque. Para nosotros es muy importante”, explica con entusiasmo Navarrete.
    Salud, dinero y amor. Son los componentes de las plegarias que recibe el patrón de Arjonilla todos los años cuando pasea por las calles del pueblo escoltado por sus fieles. “La verdad es que suelo pedirle muchas cosas. Y la mayoría me las concede”, relata convencido el costalero Juan Hernández.
    Mientras avanza la procesión, su luz deja al descubierto los balcones huérfanos de habitantes y arropados por alfombras rojas. Cuando  llega al edificio del Ayuntamiento más de uno necesita beber un poco de agua porque el derroche no solo lo ejecutan las emociones; también es físico. Y es que desde el pasado día 5 muchos arjonilleros entraron a la iglesia para besar al patrón, algo impensable el resto del año, cuando San Roque está solo en su ermita. Sale porque sabe que su pueblo siente un amor tan especial por él como el que un día vivió  San Macías, trovador del municipio, por una doncella llamada Elvira. Y tras tres horas de recorrido por las principales calles el pueblo San Roque vuelve a su santuario bajo la pirotecnia musical y el intenso color naranja.