San Bonifacio

Es una grata coincidencia que mi columna de este mes se publique en el día de San Bonifacio, santo y mártir, cuyo nombre, como muchos lectores sabrán, significa “el que hace el bien”.  Lástima que Rajoy no se llame Bonifacio, porque me habría venido que ni pintado.

    05 jun 2013 / 15:41 H.

    No obstante, no voy a dejar de aprovechar el santoral para ensalzar la figura de este inglés llamado “el patrón de los germanos”, cuya muerte, como digo, se celebra hoy en todo el mundo católico, y nunca mejor que en esta España bendecida por tantas leyes divinas como nos están aplicando desde el gobierno. Sobre todo ensalzar la figura de nuestro presidente salvador y la de todos los políticos que, como él, nos conducen por la senda, no de lo bueno, sino de lo mejor que nos podía pasar teniéndolos a ellos  a cargo de nuestras perras vidas. Y lo de Rajoy sí que viene al pelo en relación con San Bonifacio, pues el papa Gregorio II le encargó al santo la misión de poner en orden la Iglesia en el país teutón y salvar las almas de los paganos. La relación entre el santo y mártir Bonifacio con nuestro mártir y santo presidente es circunstancial, lo reconozco, pero no me negarán que Rajoy está poniendo en orden a España para salvar a los bancos alemanes, pero también a la misma España de todos los males del libertinaje económico y moral, enderezando así, por mandato de la iglesia económica germana, la codicia española, y por encargo de la Iglesia de Roma, el caos moral —léanse aborto y  educación—. ¿No se le saltan a usted las lágrimas de ver a este iluminado sometiendo a un país a la más atroz de las degradaciones, sabiendo como sabemos que sabe él que su misión es salvarnos eternamente condenándonos en vida? San Rajoy tiene la tarea de fundar en España un nuevo feudalismo donde la fe sea el único motor social, político y económico. A mí sí se me saltan las lágrimas, pero no sé si porque entiendo o porque no entiendo que estos mentecatos hayan conseguido, a lo largo de la historia, mortificar a tantos miles de millones de seres humanos, y sin que nada ni nadie haya sido capaz nunca de detenerlos.   
    Guillermo Fernández Rojano es escritor