13 may 2014 / 22:00 H.
Pues no, parece ser que ni el dinero ni la salud, al igual que ocurre con la edad, la cultura, la familia, las pérdidas o el lugar de residencia, son determinantes para conseguir la felicidad. Esto, al menos, es lo que afirma la psicóloga Sonja Lyubomirsky. Estas circunstancias vitales solo supondrían un diez por ciento en términos de felicidad. Sin embargo, la herencia genética (personalidad, temperamento, estabilidad emocional, extraversión, optimismo, inteligencia, aspecto físico) supondría un cincuenta por ciento. Con estos últimos datos podríamos creer que nuestra felicidad esté predeterminada, pero, nada más lejos de la realidad, aún disponemos de un amplio margen para alcanzar la felicidad, concretamente de un cuarenta por ciento que depende de nuestra actividad intencional, es decir, de lo que hagamos o pensemos. Generosidad, gratitud, amistad, amabilidad, actitud, planes, metas vitales, proyectos, filosofía de vida, aficiones y relaciones sociales, son determinantes en la búsqueda de nuestra felicidad. La profesora Lyubomirsky en su libro, “La ciencia de la felicidad”, basado en estudios empíricos, nos da algunas claves para conseguir una felicidad duradera: cultivar el optimismo, expresar gratitud, evitar la comparación social, practicar la amabilidad, ser generosos y atentos con los demás, cuidar las relaciones sociales, aprender a perdonar, saborear las alegrías de la vida, disfrutar de la compañía de amigos y familiares, programar y comprometernos con objetivos propios y alcanzables, practicar actividad física y meditación, así como evitar pensamientos negativos y reincidentes. Todo esto parece fácil, el verdadero problema es llevarlo a la práctica. Aprovechemos pues y disfrutemos de esos pequeños detalles que nos animan el día a día, no esperemos a los grandes acontecimientos para ser felices, construyamos el guion de nuestra propia vida, seamos conscientes de que la felicidad, en gran parte, depende de nosotros mismos. Como decía Leon Tolstoi: “Mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo y no deseo con exceso lo que no tengo”.