Rubalcaba
Jesús D. Mez / Desde Girona. Cada vez que Alfredo Pérez Rubalcaba sale a la escena pública a dar lecciones de moralidad y a pedir dimisiones en el Partido Popular por presuntos casos de corrupción, es inevitable que a mucha gente se le venga a la cabeza la imagen del pirómano tratando de apagar el fuego.
Rubalcaba ha estado en el poder durante muchos años, pero poder y autoridad no son la misma cosa. Basta echar un vistazo al pasado reciente y observar el historial tan poco edificante del PSOE en lo que a corrupción se refiere. Por eso, es una vez más sorprendente el espectáculo que Alfredo Pérez Rubalcaba ha dado con una declaración institucional en la que ha acusado directamente a Mariano Rajoy de agravar una crisis de moral pública y le ha pedido que dimita porque no puede dirigir el país en un momento tan delicado como este. Rubalcaba no es ajeno a ese momento tan delicado del que habla. La corrupción no entiende de siglas y el PSOE lo sabe bien. Por eso, en lugar de contribuir a enlodazarlo todo todavía más, debería sumarse al primer paso dado por el presidente Rajoy, coger la mano tendida, y ayudar al PP a actuar con la contundencia, la celeridad y la ejemplaridad que ha prometido.