Risas en código “trinario”
Gags” rápidos y continuos, uno tras otro. No hubo tiempo para descansar. Las carcajadas fueron y vinieron. Algún que otro aplauso se coló entre los constantes gestos del trío catalán Tricicle —formado por Joan Gràcia, Paco Mir y Carles Sans— en el Teatro Infanta Leonor, que lució anoche un esplendor mágico, con casi la totalidad de sus butacas ocupadas por un público que rio al unísono y rio bien, a gusto, con los “sketches” que los barceloneses brindaron anoche.

Bits, como se denomina el espectáculo, hizo un viaje por la actualidad más digital que atañe a la población, independientemente de la edad que uno diga tener. Las redes sociales, aplicaciones móviles y elementos de internet permiten al espectador, desde el primer momento, sentirse identificado con lo que ve. Se trata de un entorno familiar para todos y donde lo extraño sería no reconocer el cursor del ratón o la bandeja de entrada de los emails. Desde el instante en el que se conoce a los protagonistas, se halla cotidianeidad en las dieciséis pantallas que forman el espectáculo. En ellas se viaja desde el correo electrónico, una conversación de WhatsApp y hasta algún que otro viaje por algún perfil de Facebook para introducir situaciones cotidianas repletas de agilidad mental. Los asistentes disfrutan del humor mímico —esta vez con algo más de texto del que acostumbran— para involucrarse en un viaje “en código de gags trinario” que solo entiende el idioma de la risa.
Los trajes que visten los protagonistas, luminosos y algo “marcianos”, no despistan al espectador, que sabe que está ante unas pequeñas unidades tecnológicas que cambian el 0 y el 1 (código binario) por el 0 y el 3 (bautizado como trinario).
La multitud de recursos que Tricicle mostró sobre el escenario evidencia los años de experiencia que acumulan. Según sus autores, desde hace tres décadas les persigue la misma obsesión: “lograr la mayor DGMP, es decir, Densidad de Gags por Minuto Posible”. Si no lo superan, se quedan muy cerca, pues el ritmo es frenético y el repertorio no bebe de las ocurrencias manidas de otros proyectos encorsetados en la televisión o el cine. Se respiró frescura en sus bromas y ninguna ofensa polémica, si acaso el abrir los ojos de la dependencia que las nuevas tecnologías tienen sobre la vida cotidiana. En este sentido, el trío, ya fuera mediante técnicas variadas, como la voz en off, la interactuación con el público, las luces o los simples tonos de voz consiguen que el público espere algo más con lo que sorprenderse. Y no se defrauda conforme se degustan los minutos. Siempre existe algo en lo que que el auditorio no ha reparado. Y vuelve a reír, por supuesto.
Situaciones que a cualquiera le pueden pasar, como ser avisado de multa por parte de un cuerpo de seguridad —no importa cuál— por tirar un papel a la calzada, poner el triángulo de seguridad en la carretera o salir a cenar hasta que uno (o el camarero) quiera, desembocan en absurdeces realmente divertidas. Comprar por internet y que la adquisición “salga rana o elefante” —según la talla de la prenda— es otro de los riesgos de los tiempos que se viven, en los que también hay hueco para sonreír. Demostrado.