Ricos de izquierdas, pobres de derechas
Sus señorías han hecho públicas sus declaraciones de bienes. Hemos constatado que para sus temas dinerarios son bastante conservadores y algunos buenos hormiguitas a tenor de los patrimonios y caudales expuestos. Me han venido a la memoria dos frases de las que se te quedan archivadas.
Un amigo me llegó a afirmar en una ocasión que ser rico y de izquierdas tenía dos ventajas. De una lado, que se vivía muy bien, y de otro, que esa circunstancia fastidiaba mucho a los de derechas. La otra frase, de más enjundia, me la dijo un día un monseñor muy conocido en Madrid por sus andanzas apostólicas en barrios obreros: “Nunca seré un buen cristiano ni un buen comunista porque ambas para ejercerlas en su total dimensión exigen mucho sacrificio”. Ahora que las fronteras entre conservadores y progres se diluye entre los debes y haber parece que la primera afirmación reúne bastantes más adeptos que la segunda. Los políticos, en general, viven bien. Algunos de la izquierda declaran patrimonios e ingresos que estarían más acordes con líneas conservadoras. Por el contrario, próceres de la llamada derecha son pobres casi solemnes. Llegados a este punto cabe otro debate acerca de en qué punto se deja de ser pobre para pasar a rico y, por el contrario, cuándo se abandona la posición de afortunado para pasar a desfavorecido. En lo que sí parecen estar de acuerdo unos y otros es en su afán de mantener unos privilegios que les aseguren su futuro. Solo conozco el caso de Julio Anguita que renunció a su estipendio de ex para vivir modestamente de su pensión de maestro. Anguita, siendo ateo, me parece mejor cristiano que los negociantes de ladrillo y amantes de la hípica que pasean su filiación religiosa sin rubor alguno. Tampoco se aprecia mucho desacuerdo entre la clase política en la diferencia que existe en guardar lo propio y gastar lo ajeno. A varios meses de las últimas elecciones que cambiaron los gobiernos de comunidades y ayuntamientos estamos conociendo que los barandas de la cosa pública han tirado con pólvora real despilfarrando los jayares públicos. Hasta la defensora del pueblo ha reprobado esta conducta y pedido que se exijan responsabilidades. Qué ilusa. A dos meses de un nuevo paso por las urnas, España se diluye como un azucarillo entre el vendaval de una economía en ruinas que nos dejará a la mayoría a las puertas de la desesperanza. Los que ahora pelean por un puesto en las listas, pensarán en la bicoca que se les avecina. Y hasta los perdedores de privilegios vergonzantes como ese estatus que disfrutaba el expresidente extremeño encontarán acomodo en otro puesto bien retribuido. Los partidos, otra cosa no tendrán, pero gratitud para los suyos la tienen y con largueza. Ricos de izquierdas, pobres de derechas. Y los cinco millones de parados, ¿de qué son? Sigue la farsa.
Julio Pulido es empresario