Revolución
El grado de confusión y miseria alcanzado en los últimos dos años, aunque sepamos que las cosas venían de atrás, hace que a estas alturas muchos ciudadanos no sepamos dónde situarnos para poder alcanzar una visión de conjunto lo más veraz posible. Estoy mareada de oír hablar de cantidades ingentes de dinero que se escapan a lo que la gente de a pie considera razonable o imaginable.
Estoy mareada de que cada día surjan nuevos nombres de presuntos corruptos hasta el punto de tener que preguntarnos si a ciertos niveles hay gente honrada. Y lo peor, el sentimiento, el presentimiento y a veces seguridad, de que aquí no irá nadie a la cárcel, al menos por mucho tiempo. Pero es que, además, no dimiten. Y de devolver el dinero, ni en sueños. La pregunta ya no es ¿cómo hemos podido llegar hasta aquí?, es ¿cómo podemos mantenernos con estas hordas de presuntos ladrones, corruptos, etcétera, sueltos? Y lo fundamental, ¿cómo librarnos de ellos y hacer que este país vuelva a ser habitable?. Llevamos más de una semana oyendo la posibilidad de que Europa instale un gobierno de tecnócratas, que no serían elegidos en las urnas y, por tanto, no tendrían que dar cuenta a los ciudadanos, ¿y la democracia? Cosas de griegos —dirán—, cuando una minoría de gente selecta está en posesión de la verdad, ¿para qué hace falta la democracia? Y ahí es donde la confusión se convierte en miedo. En la historia hay cambios, unas veces a mejor y otras a peor, y en la historia ha habido necesidad de romper con todo para hacer surgir algo nuevo y válido a través de no pocas revoluciones, por tanto, no nos quedemos parados porque, si nos ha tocado hacer una revolución, habrá que hacerla.
Profesora de Universidad
Genara Pulido