Residencia Fuente de la Peña

No soy amigo de ficciones ni de proyectos cargados de buenas intenciones y pocas convicciones, sino más bien de realidades hechas de manera perseverante, paso a paso y con mucho compromiso. Justo lo que ha pasado en la Residencia de Mayores Fuente de la Peña en los dos últimos años. Parafraseando la mítica escena de la película Blade Ranner, en boca del replicante, he visto cosas que vosotros no creeríais. He podido comprobar cómo se han ido superando ingentes obstáculos, titánicos, a veces imposibles a los ojos de los pesimistas pero abarcables para los menos agoreros. He visto la magnífica obra que se ha tenido que realizar para asegurar la estabilidad del edificio, un ejemplo de alarde constructivo y soluciones arquitectónicas que deberían ser objeto de estudio en facultades universitarias. He visto a personas mayores pelear incansablemente, contra todo tipo de dificultades e imponderables barreras, diariamente, renunciando a un merecido descanso en esta etapa de sus vidas, sumergiéndose en la profundidad de los problemas y saliendo a flote con una solución. He visto a muchas personas muy comprometidas con la anhelada puesta en marcha de la actividad, trabajando denodadamente y sin importarles las renuncias, por alcanzar cuanto antes el único objetivo de ver de nuevo a aquellos mayores que, hace dos años, tuvieron que dejar obligatoriamente su Residencia y, con ella, tantos recuerdos, vivencias y emociones. He visto también a mayores palpar de nuevo su Residencia, recordar las estancias, rememorar sus experiencias, abrazar a sus cuidadores, llorar por el anhelado regreso. He visto esperanza, ilusión, alegría y júbilo en personas que pudiera entenderse que, por su edad, deberían estar situados en otras coordenadas de su vida.  Ahora toca poner más ilusión y esfuerzo con la vuelta a la actividad de la Residencia, pero los muros de contención, como los del edificio, ya están puestos.  He visto cosas que vosotros no creeríais. He visto el renacer de la Residencia.