Reputación 'on-line'

Ángel Plaza Chillón desde La Iruela. La reputación 'on-line' está formada por las valoraciones que otras personas hacen de nosotros en internet. Pero también por lo que hacemos firmar un manifiesto de protesta, antiguas notas universitarias que acaban en la Red, comentarios subidos de tono de los que nos arrepentimos. Webs, foros, blogs, redes sociales, vídeos, casi todo acaba siendo procesado por los buscadores.

    08 oct 2012 / 18:18 H.

    La prueba definitiva es teclear nuestro nombre en Google (o en Yahoo, o en Bing) y bucear en los resultados. La gente que se dedica a seleccionar candidatos para un puesto de trabajo busca nombres de los aspirantes en internet. Rastrea informaciones para ver la reputación “on- line” de los candidatos y descartar nombres. Cualquiera puede insultarnos en una web, foros, o blog, o compartir datos que no queremos que sean conocidos. Si ocurre, lo primero que podemos hacer es contactar con el webmaster para que retire la ofensa. Si lo conseguimos, podremos rellenar el formulario que ofrecen los buscadores para que la información obsoleta deje de aparecer en sus resultados. Pero ¿qué pasa si no encontramos al webmaster o se niega a borrar los insultos? Podemos embarcarnos en un proceso civil (protección del honor, la intimidad, la imagen) o penal (injurias y calumnias), pero estos juicios pueden atascarse y, si el webmaster no vive en España, los resultados son dudosos. La mayoría de webs está en los Estados Unidos y ellos entienden que manda la libertad de expresión. La realidad es que pocas veces funciona. Tardas menos en posicionar en Google información positiva que en intentar hablar con un webmaster para que borre la información negativa. ¿Qué hacer entonces? Ignorar al agresor, contraatacar con argumentos que lo desacreditan e intentar posicionar nuestro nombre en Google (creando un blog personal o una cuenta de Twitter, por ejemplo) son opciones para valorar antes de acabar en tribunales. Una vieja deuda que ya ha sido saldada puede seguir siendo el primer dato que aparezca en Google al escribir el nombre de una persona. Cuando es el BOE y otros boletines municipales o autonómicos (que por ley son públicos) lo que arruina nuestra reputación, no sirve suplicar al webmaster y habrá que recurrir a buscadores. A través de sus formularios argumentaremos que la difusión masiva de esa información personal daña nuestra imagen. Si los buscadores no actúan, podemos denunciar ante la Agencia Española de Protección de Datos: dicta un centenar de resoluciones anuales sobre estos asuntos y en el 87% de ellos está implicado Google. Ser prevenidos con lo que compartimos, controlar en lo posible nuestra imagen “on-line”, no sobrerreaccionar ante la primera crítica, al sentido común protegerá nuestro buen nombre mejor que cualquier ley. Y ser consciente de que internet es una memoria colectiva en la que lo que hacemos hoy podrá ser consultado mañana y dentro de 10 años. Usar con inteligencia las redes sociales: calibrar la privacidad. Dependiendo de la red social, hay más o menos contenidos que son procesados por los buscadores y que pueden aparecer en nuestros resultados. Cuando no hay razones para emprender acciones legales, podemos contrarrestar lo negativo con datos positivos. Si tiene que hacer información sobre nosotros en internet, mejor ser sus autores. Preocuparnos por colgar ciertos datos (por ejemplo, el currículo), nos permitirá controlarlos y evitar que otros difundan falsedades. Una excelente manera de asociar nuestro nombre a nuestra verdadera imagen es crear un blog personal. Si lo hacemos bien, con el tiempo aparecerá entre los primeros resultados de los buscadores. Google ofrece herramientas para vigilar lo que se dice de nosotros en la Red. Google Alerts es gratuita y nos enviará un “e-mail” cada vez que el buscador encuentre lo que hemos pedido (nombre de personas, empresas, eventos, productos).