Representantes y representados
Estarán ustedes conmigo que los votos no pueden legitimarlo todo, en la democracia representativa los electores depositamos el voto sobre las muy pocas opciones que se nos presentan y evidentemente los partidos políticos elaboran las listas electorales con ciudadanos más próximos o distantes a los electores.
A veces, sobre todo en las elecciones municipales ocurre que conocemos muy bien a la mayoría de los candidatos y otras ocasiones pues tenemos una lejana noción de estas personas, en gran parte mediatizada por los medios de comunicación que son también uno de los pilares básicos de la sociedad democrática. El peligro es siempre la corrupción, lo sabemos al menos desde hace 2.400 años y sin embargo las historias se siguen repitiendo. Quizá la condición humana es así, y lo será por los siglos de los siglos, pero la lucha consiste en no desfallecer, en mejorar, exigir controles e incluso el mejor control de los controladores. Ahora tenemos un buen ejemplo de cómo estos excesos suceden incluso en los países de mayor tradición democrática como en el Reino Unido. El sistema democrático es el menos malo de los posibles, pero como todas las obras humanas es susceptible de mejorar, esto es un reto permanente para la sociedad, nunca se puede bajar la guardia. En España las movilizaciones del 15-M han puesto de relieve cómo el tema de los políticos nos afecta a todos, es verdad que en momentos de crisis prevalece lo económico, pero las personas que gestionan lo público y esa economía son un asunto clave. Por eso me gustaría poner el foco de atención hoy en la necesidad de avanzar en la acotación de mandatos a nuestros representantes políticos y a todos los niveles. Igual que ha sido un ejemplo que los últimos presidentes de gobierno permanezcan sólo 8 años en el puesto —entiendo que esto demuestra buena salud democrática—, esta máxima de dos mandatos de tope debe generalizarse a todos los niveles: Ayuntamientos, Diputaciones, Parlamentos Autonómicos, es una muralla a corrupción y un reconocimiento de que si todos somos iguales y somos la sociedad más preparada de la historia, sin duda hay muchos candidatos esperando sustituir a los actuales, incluso para hacerlo mejor. Por lo tanto lo que tantas veces se ha tenido como estandarte, como un orgullo: “treinta años de parlamentario” o “veinte años de alcalde”, etcétera en este momento se ha convertido en algo pasado de moda, a veces en una carga. Los que se marchen podrán enriquecer con su experiencia a la sociedad civil desde su base, e incluso podrán tener un consuelo, que tal vez “otros vendrán que buenos los harán”.
Francisco León Valenzuela es abogado