Reflexiones al atardecer

Escribo estas líneas desde un pueblo del profundo sur americano a orillas del río Cahaba en el corazón del estado de Alabama. En este país la simple sospecha de corrupción es motivo suficiente para que desde el más oscuro funcionario hasta el Presidente sean deslegitimados y hayan de dar cuenta exacta de sus actos. Sólo hay que recordar el caso Watergate y sus consecuencias. Ni punto de comparación con la realidad española.

    05 mar 2013 / 11:22 H.

    Es la hora del atardecer de un frío día de invierno y llevo largo rato reflexionando sobre la levedad de la nada después de escuchar por internet el insulso, irrelevante e inútil debate sobre el estado de la nación en España. Desde la distancia quizás pueda evaluar de forma más objetiva la profunda decepción que produce ver como unos incompetentes venidos a más tratan de ocultar sus vergüenzas recurriendo una y otra vez a ese lamentable discurso que consiste en la abyecta técnica del ‘y tú más’ a la que nos tienen acostumbrados y que tanto rechazo nos produce a los ciudadanos. Es de suponer que lo hacen una y otra vez porque saben que los votantes, aunque sientan un profundo desprecio y estén asqueados de tanta corrupción, van a tener que continuar pasando por el aro votándoles, ya que con el sistema electoral actual, diseñado a la medida de los nacionalistas y los dos grandes partidos, no hay alternativa posible para desalojarlos del poder. No encuentro en ninguno de los gobernantes anteriores y actuales intención alguna de poner fin a la miseria moral en la que está inmersa la clase política desde hace ya tanto tiempo, miseria que está llevando al pueblo a un nivel de decepción tan profunda que ya parece irreversible. La primera conclusión a la que llego es que resulta imprescindible cambiar la ley electoral para que con circunscripción única se elija a las personas y no necesariamente a los partidos. Sería la forma correcta de purgar y depurar a la clase política, pero mucho me temo que eso no va a suceder por el momento, aunque en esas estamos. De alguna forma habrá que hacer entender a esos malos profesionales de la política que este ciclo está agotado, que es necesario limpiar las cloacas y acometer una reforma del sistema en profundidad para dar respuesta a las aspiraciones de los ciudadanos que en las actuales circunstancias en absoluto se sienten representados, aunque ello implique cambiar la Constitución.  
    Como reflexión final he de decir que estos señores, con esas hechuras y esa forma de proceder, en este país en que me encuentro o en cualquier otro de los que España es socio y mantiene relaciones culturales, de amistad y negocios, jamás habrían llegado a ocupar ningún cargo público, y en el hipotético y muy improbable caso de que lo hubiesen conseguido, hubieran tenido que dimitir con muchas menos evidencias de las que acumulan sobre sus espaldas.
    Paco Casas