Recompensa de 200 euros por hallar a un agapornis

Alas de vivos colores, cabeza pizpireta y dos pequeños ojillos negros como el azabache. Así es Carlitos a primera vista. Una exótica ave tropical, conocida como agapornis, que abandonó el hogar de Asunción L. S.  hace unos diez días y que dejó a sus dueños tan desconcertados que no desisten hasta encontrarlo. Porque para ellos no era un pájaro cualquiera, formaba parte de la familia. Se comunicaban y conocían sus sonidos, sus caprichos y sus gracias. Una vinculación tan fuerte unía a Asunción y a Carlitos que la jiennense ofrece doscientos euros a quien lo halle. “No es un reclamo. Los daré encantada, hasta un beso y un abrazo”, asegura la jiennense.

13 jun 2014 / 22:00 H.


Una angustia que, según la dueña, comenzó el día que ella y su pareja se despistaron al no poner la pinza que amarra la puerta de jaula de su agapornis. “Es muy listo y la abría sin problemas. Le encantaba estar suelto por la casa”, recuerda Asunción L. S., quien se anima al describir a Carlitos: “Le encantaba comer flanes y, cuando estaba en la cocina con el sofrito de verduras, se acercaba para que le diera. Y por las mañanas le gustaba su trozo de magdalena”, manifiesta.
Lo crió desde pequeño, hace un año y medio, con papillas, como habitualmente se hace con los agapornis —de ahí que se les reconozca también como papilleros—. “Fue un regalo pero tenemos un vínculo muy bonito con él”, apunta la dueña de Carlitos, quien insiste en que el ave la distinguía tanto a ella como a a su pareja. “Por nuestra forma de andar nos identificaba”. Además de inteligente y buen comensal, la jiennense lo califica de coqueto. “Siempre se mira al espejo y cuando veía que dejaba el bolso en el sofá, se metía dentro para removerlo todo”.
Amante de los animales gracias a la educación que le inculcaron desde el seno familiar,  Asunción no solo vive con el desaparecido Carlitos, ya que en su casa están el canario Domingo y la perra Chiqui. “Entre ellos se llevan bien, excepto el agapornis y la perra, que se encaran. De hecho, alguna vez he visto a Carlitos en la boca de Chiqui”. “Desde que yo era pequeña, en mi familia criamos liebres, patos, tortugas. Me enseñaron que hay que ser responsable con los animales”, indica.  
A pesar de sus travesuras, Carlitos tenía conquistado el corazón de sus dueños, así como de sus visitantes. “Cada vez que venían nuestros amigos le gustaba estar revoloteando por el salón y ser el centro de atención. Incluso, si lo metía en su jaula y la cubría con una tela, hacía ruidos para hacerse notar”, comenta la jiennense.
búsqueda. Asunción vive muy cerca de la Alameda, por lo que una de principales rutas para buscarlo fue esta zona. Además del rastreo, empapeló el barrio de San Ildefonso, la Avenida de Granada y los alrededores de la Plaza de Toros. “Voy por la segunda tanda de carteles, con veinticinco unidades cada una; pero hay personas que nos los quitan”, dice, molesta la jiennense. Mientras, la dueña no pierde la esperanza de que Carlitos vuelva a su encuentro.