Real Jaén. Enorme ejercicio de puntería.
El Real Jaén convirtió su visita al Puerto de Santa María en un paseo triunfal y en el mejor escenario para ponderar una de sus principales virtudes: el contraataque. El equipo, además, hizo un enorme ejercicio de puntería para golear a un rival indolente que se entregó a la superioridad jiennense.
El Real Jaén cambia de cara cada siete días.
El Real Jaén cambia de cara cada siete días.
Verlo jugar en casa, con frecuencia, es un suplicio. Hacerlo a domicilio es un deleite y, como ayer, una gozada. En esa contradicción vive el equipo de Carlos Terrazas, que sólo tiene un nexo de unión entre ambas facetas: los buenos resultados. Pero no tiene el mismo poso vencer con sufrimiento a hacerlo con brillantez, por más que los puntos tengan idéntico valor numérico. El Real Jaén domina como nadie la defensa y el contraataque, dos valores tácticos que definen claramente a los conjuntos marcados por un perfil visitante. El de Terrazas vive como en un oasis lejos de La Victoria. Se siente seguro y ofrece un fútbol fino y lineal que pocos adversarios saben contrarrestar. Es como si trazara una trampa de la que no saben salir los rivales. Las cifras son escalofriantes e, incluso, históricas. Si a esas inmensas virtudes les acompaña la puntería, el Real Jaén es un conjunto casi imbatible.
Ayer pasó como un ciclón por El Puerto de Santa María. Hizo gala de una solidez impresionante que le otorgó el mando del juego desde el primer momento. A veces lo amparó la suerte, como en el tanto de Solabarrieta. Su tiro tocó en un defensa y lo convirtió en un lanzamiento imparable para Manu Taranilla. Antes de esa acción, Sanlúcar llamó la atención en el área jiennense con una vaselina que se marchó fuera por muy poco. Fue un espejismo. Al Portuense ya no se le vio más. El Real Jaén encontró el gol y derrumbó a su oponente. Mucho más cuando Calderón, tres minutos después, culminó una extraordinaria contra con un disparo cruzado y bien colocado. En un escaso intervalo, el Real Jaén tumbó a un Portuense que asistió asombrado al recital visitante. Era llegar y marcar. Impresionante. Los hombres de Terrazas tuvieron el punto de mira tan centrado que fueron demoledores en sus llegadas. Ninguna pega al diseño sobre el campo y a los movimientos sobre el césped artificial. A un equipo así resulta casi imposible pararlo, porque golpea en cada aproximación.
El segundo periodo acabó como el primero: con un muestrario delicioso del contragolpe. En esta ocasión, a los pocos minutos de ponerse en juego el balón, Geni no culminó una brillante jugada. Fue de lo poco que falló el cuadro jiennense. No le sucedió lo mismo a Fernando Esparza, que se estrenó como goleador en una acción a balón parado. Recibió una asistencia fantástica de Espín que sólo tuvo que empujar a la red, como pudo. En el tiempo añadido gozó de otra oportunidad en otro saque de falta que no materializó de verdadero milagro. El Real Jaén se lució también en la estrategia. Cada jugada que dibujó con la pelota parada creó mucho peligro en el marco de Manu Taranilla. Ante un oponente así, poco pudo hacer el Portuense. Salió respondón al comienzo, pero se diluyó como un azucarillo por el fútbol resolutivo del adversario. La posición en la tabla y su coyuntura económica lo tienen bajo mínimos en su estado anímico. Todo lo contrario que al rival. Jugar fuera de casa aumenta su autoestima y confianza. Y va de exhibición en exhibición por los campos andaluces. Lo bordó en Granada, el jueves, y lo repitió, ayer, en El Puerto. Nada que reprochar. Todo lo contrario. A este equipo que hace historia fuera de Jaén, que ha roto barreras resultadistas y que ofrece una dimensión fantástica, le queda alguna reválida pendiente. Ahora le llegan dos, el miércoles y el domingo. Aunque la trayectoria global merece el calificativo de sobresaliente, sería recomendable y hasta saludable que el Real Jaén uniera con juego sus dos vertientes: la de casa y la de fuera. JOSÉ EUGENIO LARA / JAÉN