Rafael Pérez, un miembro de la Guardia Civil con 95 años
Historia viva de un cuerpo fundamental para España. Rafael Pérez López es, probablemente, el miembro de la Guardia Civil más veterano de toda la provincia. Este vecino de Alcalá, a sus 95 años, no se perdió, como cada mes de octubre, las celebraciones en honor de la Virgen del Pilar. Por eso acudió a la misa celebrada en la iglesia de El Salvador. Esta vez tenía una componente muy sentimental. Uno de sus nietos, Rafael Pérez González de Lara, un agente del Instituto Armado destinado en El Ejido (Almería) lo acompañó en una jornada tan especial. Ambos iban de uniforme. Pérez López recibió testimonio de respeto de los miembros de las Fuerzas de Seguridad y las autoridades presentes en la ceremonia.
El anciano tiene una trayectoria profesional llena de vivencias. Nacido en Lanjarón (Granada), hijo de un miembro de la Benemérita, se alistó, apenas cuando era un adolescente, en la Guerra Civil. Su arrojo le valió el apelativo de “el Balilla”. Llegó a sargento y estuvo en varios frentes, entre ellos la Batalla del Ebro, toda una carnicería. Fue herido en un ojo en Teruel y se recuperó en tierras gallegas. Tras esa etapa en el Ejército pasó al cuerpo fundado por el duque de Ahumada.
Estuvo destinado en Palamós (Gerona), donde se casó con la salmantina Agustina Martín —también nonagenaria actualmente— y de allí se estableció en Alcaudete, donde permaneció muchos años. De los primeros años de la posguerra, Rafael Pérez evoca la dureza de los servicios de búsqueda de maquis —llegó a ir detrás de guerrilleros como Cencerro y Hojarrasquilla— y la limitación de medios, con patrullas a pie, y muchas penurias, pues, cuando llovía, se quedaba calado. “Estábamos cuatro días seguidos por ahí y, en ocasiones, nos daban de comer en los cortijos”, indica. También estuvo concentrado junto al pantano del Tranco y cuando Franco cazaba en Lugar Nuevo él tenía que ir a escoltarlo. El granadino se define como un guardia “vocacional”, a pesar de que el trabajo no estaba bien pagado. Ganaba trescientas pesetas al mes. Igualmente fue un consumado tirador con pistola, el mejor de la provincia, y el tercer clasificado en el Campeonato de España. A pesar de que pudo promocionar, rechazó esta opción porque se sentía cómodo en Alcaudete, donde nacieron sus hijos —uno de ellos magistrado en Córdoba—. Al dejar el cuerpo, estuvo como agente judicial en La Carolina. Hacia 1970 llegó a Alcalá con la misma responsabilidad y en el municipio se jubiló.
Actualmente lleva una vida tranquila y hogareña. Goza de una salud de hierro y sale todos los días a comprar el periódico y a charlar con sus amigos. Eso sí, el 12 de octubre es una cita fija para él. Con motivo de la “Pilarica” suele cantar el himno de la Guardia Civil.
El anciano tiene una trayectoria profesional llena de vivencias. Nacido en Lanjarón (Granada), hijo de un miembro de la Benemérita, se alistó, apenas cuando era un adolescente, en la Guerra Civil. Su arrojo le valió el apelativo de “el Balilla”. Llegó a sargento y estuvo en varios frentes, entre ellos la Batalla del Ebro, toda una carnicería. Fue herido en un ojo en Teruel y se recuperó en tierras gallegas. Tras esa etapa en el Ejército pasó al cuerpo fundado por el duque de Ahumada.
Estuvo destinado en Palamós (Gerona), donde se casó con la salmantina Agustina Martín —también nonagenaria actualmente— y de allí se estableció en Alcaudete, donde permaneció muchos años. De los primeros años de la posguerra, Rafael Pérez evoca la dureza de los servicios de búsqueda de maquis —llegó a ir detrás de guerrilleros como Cencerro y Hojarrasquilla— y la limitación de medios, con patrullas a pie, y muchas penurias, pues, cuando llovía, se quedaba calado. “Estábamos cuatro días seguidos por ahí y, en ocasiones, nos daban de comer en los cortijos”, indica. También estuvo concentrado junto al pantano del Tranco y cuando Franco cazaba en Lugar Nuevo él tenía que ir a escoltarlo. El granadino se define como un guardia “vocacional”, a pesar de que el trabajo no estaba bien pagado. Ganaba trescientas pesetas al mes. Igualmente fue un consumado tirador con pistola, el mejor de la provincia, y el tercer clasificado en el Campeonato de España. A pesar de que pudo promocionar, rechazó esta opción porque se sentía cómodo en Alcaudete, donde nacieron sus hijos —uno de ellos magistrado en Córdoba—. Al dejar el cuerpo, estuvo como agente judicial en La Carolina. Hacia 1970 llegó a Alcalá con la misma responsabilidad y en el municipio se jubiló.
Actualmente lleva una vida tranquila y hogareña. Goza de una salud de hierro y sale todos los días a comprar el periódico y a charlar con sus amigos. Eso sí, el 12 de octubre es una cita fija para él. Con motivo de la “Pilarica” suele cantar el himno de la Guardia Civil.
