Radiografía turística de Jaén
Juan Manuel Camacho Bueno (Junta Directiva de la Asociación de Empresas de Alojamientos y Hoteles de Jaén)/Desde Jaén. Nos vamos a referir exclusivamente a Jaén capital. Desde el sector hotelero asistimos desde hace ya muchos años, con gobiernos locales de todas las siglas, a un espejismo turístico que impide el desarrollo de nuestra ciudad en bien de ese mercado potencialmente beneficioso para todos.
Porque sabemos —y así lo comprueba cualquiera de ustedes cuando viaja— que el turista gasta allá por donde pasa y por eso las ciudades turísticas se desarrollan y generan riqueza y bienestar entre sus habitantes. No es que el turista se aloje en un hotel, es que come en un restaurante, desayuna en un bar, acude a la cafetería, llama al taxi, hace útil el patrimonio cultural, entra en la farmacia si se encuentra indispuesto, da vida a las calles, curiosea el comercio local y es más propenso a la compra que cuando está en su ciudad de origen. En términos globales genera riqueza y alegra la ciudad. Y, lo mejor, si se marcha con una buena sensación, es el mayor y más económico altavoz propagandístico que pueda existir. Por todo ello, la existencia de turistas es buena y deseable para cualquier población. Convertirse en destino turístico requiere de varias cualidades. Por sí misma, Jaén capital es merecedora de ese auge porque dispone de un patrimonio cultural y monumental que, si bien no es extenso, sí es muy valioso y peculiar. Además de ello, disponemos de un entorno natural privilegiado y excepcional que valoran más quienes vienen de fuera que quienes vivimos aquí. Las montañas, cerros y pinares que nos envuelven fascinan como pocos jiennenses pueden imaginar. Pero si los turistas se marchan encantados, ¿qué pasa en Jaén para que no crezcamos turísticamente? Sencillamente el problema radica en que muchos de nuestros políticos —y jiennenses en general— minusvaloran esta ciudad y le atribuyen un demérito impropio que la condenan en la eterna dejadez. Falta mentalidad turística y sobra apatía. En nuestros años de experiencia, por más reuniones que mantenemos con políticos de todo tipo, sigla y administración, nos encontramos una y otra vez con personas que parecen no creer en las posibilidades turística de Jaén. Se ponen achaques a todos los planteamientos y, cuando una idea es acogida, se rebaja la pretensión de ponerla en marcha a lo grande hasta llevarla a una mediocridad que termina resultando un fracaso. Esto es lo que hay que cambiar o, en otras palabras, en Jaén necesitamos políticos que crean en su tierra y que la defiendan incluso exigiéndole al partido político que les sustenta. Porque a menudo nos encontramos con que más que defenderse los intereses de la ciudad se defienden los intereses políticos, y a la larga creamos una ciudad poco razonada. Necesitamos políticos que escuchen, que amen a Jaén y que sean capaces de poner en marcha lo que los profesionales demandamos a raíz de nuestro contacto directo con los turistas. Y hay que hacer las cosas a lo grande, creer en que Jaén puede ser mucho más, y crear infraestructuras ambiciosas para atraer turistas, para que podamos comercializar el destino entre mayoristas y turoperadores y podamos abrirnos un hueco donde nos corresponde. Para llegar a esto deberíamos empezar por cosas sencillas y baratas, como poner de nuestra parte en mantener la ciudad limpia, ordenada y ornamentada. Esto es sólo voluntad ciudadana y un mínimo cumplimiento exigible a nuestras autoridades. Pero, desde hace ya una década, nos hemos acostumbrado a vivir entre pintadas, papeles, calles sucias, contenedores que no se friegan, hasta el punto de que da la sensación de que vivir entre tanta mugre pueda ser aceptado como normal, cuando no lo es. Se ha desarrollado un urbanismo callejero poco acertado con el diseño desafortunado de plazas como la de la Constitución, Rosales o Coca de la Piñera, que podrían haber sido espacios coquetos, con estilo y elegancia, y han resultado frías, desapacibles y con poco encanto. Se ha descuidado la vegetación, se han cambiado flores y césped de los parterres del Paseo de la Estación por arbustos poco estéticos y sin armonía. No se llega a un entendimiento de unificación de mobiliario, terrazas, toldos, colores, rótulos, etcétera. Han sido capaces de levantar una sede de vecinos en mitad de la única plaza que había en el casco histórico, o de alquitranar de forma inmisericorde la calle Martínez Molina, eje peatonal por el que absolutamente todos los turistas pasan en su camino hacia el Jaén tradicional. Todos estos detalles, que dependen más de la voluntad y el buen gusto que no de la maltrecha economía, son rémoras que arrastran nuestros gobernantes: los de ahora, los de antes y los de antes de antes. Y seguimos sin ver voluntades de mejora, con unas obras que se alargan en el tiempo y mantienen cerrados los Baños Árabes, un castillo cuyo museo lleva años cerrado porque no se arreglan los dispositivos técnicos, el Raudal de la Magdalena fuera de uso por el mismo motivo o visitas guiadas reducidas a contemplar fachadas porque nadie quiere pagar un “portero” en cada iglesia o monumento de Jaén. Por años se ha pedido a la Diputación que abra el edificio del Palacio Provincial por las tardes para las visitas turísticas, o el Antiguo Hospital de San Juan de Dios, sin que se consiga y quedando, por tanto, el patrimonio reducido a horario de funcionario y fuera del alcance de los turistas. El entorno de Jabalcuz fue también destrozado, los Cañones de Otíñar, abandonados a su suerte, el Archivo Histórico sigue cerrado más que abierto. Y en cuanto a la proyección de futuro, no vemos voluntad de que se quiera incluir en el PGOU el necesario funicular panorámico para que los turistas puedan subir desde La Merced hasta el Castillo de Santa Catalina; ni hay voluntad en recrear una ciudad de monumentos españoles en miniatura a escala sobre la cubierta del “parking” del hípico, un proyecto que se puede costear con la colaboración de otros ayuntamientos y cuyo mantenimiento posterior se haría por una obra social con las asociaciones de disminuidos de Jaén. O recrear una ruta de relojes de autómatas —que sería única en España— en las calles del casco histórico representando la historia y leyendas de nuestra ciudad, y que podría poner en marcha la Escuela de Artes y Oficios en colaboración con el departamento científico-tecnológico de la Universidad, capacitado para ello. Y sorprende que lo primero que te enseñen en Dublín sea la fábrica de la cerveza Guinness y aquí no hayamos sido capaces de levantar el más grandioso y espectacular Museo del Aceite del mundo, como enseña propia y de orgullo patrio, algo que los turistas nos repiten una y otra vez. La propuesta la hicimos hace muchos años, y existe un lugar idóneo en todo el complejo que la Diputación ocupa con sus oficinas en “La Granja”, ya que está en la ciudad, pero a la vez es un cortijo tradicional, existe campo con olivos alrededor y zonas habilitada para vehículos y autobuses. Y, sin embargo, alguien decidió hacer un museo mediocre, en Geolit, desplazado en la nada y fuera de todo interés turístico y lógico; y nos plantean ahora hacer una pequeña almazara-escaparate en la calle Elvín, otra mediocridad. Nos llevan a ese ciclo de hacernos pensar que Jaén ha de conformarse con mediocridades, ese es el fracaso al que nos someten unos y otros. Desde siempre, incluso cuando desde nuestra asociación tuvimos que mover los hilos, hace 12 años, para conseguir la actual iluminación artística integral de la Catedral y el Castillo porque el concejal de aquel entonces decía que “a Jaén no vienen turistas y no hace falta iluminarle nada”. Cuando viajamos observamos en otras localidades apuestas decididas con vistas de futuro, lo que implica crecimiento en todos los sentidos, y en nuestra ciudad nos quieren conformar —antes y ahora— con poco. Ni siquiera nuestros políticos ponen interés en señalizar en las carreteras el destino “Jaén” (ejemplo en Málaga, donde se señalizan todas las provincias excepto la nuestra). Por eso, deben de saber que a pesar de estas dificultades, por nuestra ciudad apostamos los hoteleros locales. Jaén es de las pocas capitales en las que no existen cadenas hoteleras, por la sencilla razón de que con el pasar de los años, nos gobierne quien nos gobierne, estas cadenas hoteleras nos cuentan que todavía no han visto un político de Jaén que se crea esto del turismo y plantee infraestructuras adecuadas. Por eso, este encogimiento de voluntad de crecimiento turístico, la desgana y apatía de quienes nos representan en cualquiera de las administraciones, ahogan a nuestra ciudad. Y eso sólo lo pueden cambiar quienes nos representan. Hay crisis, sí, y poco se puede hacer lo sabemos. Pero la voluntad es gratis y las perspectivas de futuro, para cuando venga bonanza económica, no se están sentando. Ni antes, ni ahora. Y Jaén no se merece que sus gobernantes, del PP, del PSOE, de IU o de cualquier otro partido, no crean en ella ni en sus potenciales posibilidades. Jaén es lo mejor que tenemos y que somos. Todos nos debemos a nuestra ciudad.