30 nov 2015 / 12:09 H.
Quizá solemos confundir la venganza con la justicia, tal vez sea recurrente echar mano de la ley del talión ante situaciones tan dolorosas como la de París. Probablemente sea fácil dar una respuesta fácil ante los hechos tal cual se cuentan, pero lo cierto es que las cosas, como tantas veces suele ocurrir, nunca son lo que parecen ser. No se trata de religión, ni tampoco de fanatismos encubiertos tras acciones terroristas; de lo que se trata es de que seamos capaces de conocer y comprender la historia para poder descubrir el trato que los países occidentales le hemos dado a nuestros hermanos de Oriente Próximo. ¿Hermanos?... ¡Sí!, hermanos con otro color de piel, con otra cultura, con capacidad de amar y de hacer el mal (como cada uno de los lectores de este texto). Personas, en definitiva, engañadas, intimidadas, manipuladas que, ante situaciones límite son capaces de lo peor. Pero quizá los medios no nos lo cuentan porque nuestros gobiernos, esos que nos profieren la seguridad sembrando el temor y creando prejuicios, siguen maquillando sus caras con facciones de victimismo para vender a la sombra las armas con las que la gente sencilla se mata.