Quien no contamina gana

Fernando Zaldúa Muñoz desde JAÉN. El sector del olivar es demasiado sensible a noticias y bulos. Por un motivo: ignorancia. El olivarero que más hectáreas tiene en Jaén, tiene más pies de olivo que todo el estado de Israel. Y no por eso va a ser mejor productor que el más humilde de los productores de Palestina. Nos causa pavor pensar que en Gran Bretaña pongan en duda el valor nutricional del jugo de la aceituna, y otros beneficios para la salud.

    05 oct 2012 / 17:04 H.

    Nuestra provincia se juega mucho con la imagen del aceite de oliva en un mercado emergente e internacional. Esa imagen se cuida desde el olivar, se perfila en la almazara, se perfecciona en el lineal de punto de venta, y explota en la cocina y mesa.
    Las cooperativas, comunidades de regantes, y asociación de productores tienen que adelantarse a los acontecimientos, si es que pueden aún. La condicionalidad en el manejo del suelo es la asignatura significativamente mejorable en nuestra provincia. ¿Colabora con la buena imagen del aceite de oliva unos suelos pelados, blanquecinos, pardos, donde la tosquilla emerge, y donde ni una colleja se llega a criar?
    En torno a las cooperativas y comunidades de regantes se han de crear otras entidades profesionales, como son las cooperativas de trabajo, y las consultorías para la producción de precisión. Estamos acostumbrados a ver nuestros pueblos con grandes almacenes y naves particulares donde cientos de agricultores guardan sus divisiones mecanizadas particulares de cada uno, que echan a las carreteras con sus cubas verdosas rezumando cobre. Ese modelo de agricultor que todo lo hace y emplea mucho en mecanización por cuenta propia ¿es sostenible?
    Nuestra provincia pierde población, tiene una de las rentas per cápita más bajas de la UE y la mayor parte de los productores del sector del aceite frisan los setenta años. Quienes vayan a manejar tanto tractor, cuba, desbrozadora mecánica, y motocolectores serán aquellos inmigrantes que se asienten en Jaén, y sepan sacar provecho de nuestras vulnerabilidades. Pero éstos no comprarán cualquier finca de olivos. Se comprarán solo las que sean rentables, las que tengan un suelo rico y biodiverso, y las que no, pues ahí quedarán. Una finca que precisa nutrirse exclusivamente de forma artificial y de riego no es rentable. Y esa no la querrá nadie. Hasta ahora nuestros olivareros han creído que ellos eran los dueños de la finca, y en ella actuaban como mejor creían. Y aunque la ciencia agraria recomienda otras prácticas han actuado al margen de las recomendaciones, bajo la mirada de unas autoridades agrarias poco controladoras. Así el valor del propio suelo se ha despreciado, rindiendo culto al pobre olivo, o mejor a la parte aérea del olivo que es lo que se ve. Se ha ignorado que otra masa igual a la que se ve, es el olivo oculto: su raíz pivotante, y las raíces nutricionales que abarcan igual volumen pero bajo tierra. La tierra es la verdadera riqueza del agricultor, y parece que ese valor no contara. Hay productores que cuidan la tierra, que llevan a cabo labores culturales, y se nota en la apariencia del suelo, en su textura, en su color, en la esponjosidad y en el aroma. Estos mismos agricultores han cuidado de las lindes, de que estén verdes y sean frontera para las enfermedades, y refugio para animales aliados. Por otro lado esas lindes embellecen el paisaje lo enriquecen. Permiten que un manto vegetal cubra el suelo, lo dejan crecer y posteriormente lo abaten y mezclan con la tierra para enriquecerla. Y como resultado: consumen menos agua, requieren menos tratamientos, y reequilibran sus nutrientes. Aún hay quienes aseguran, afirman y sostienen que ellos son los dueños de su terreno, y que los tratamientos los realizan de la manera más eficiente que saben, para obtener los mejores resultados. Pero eso no es cierto, pues el paisaje es un bien de todos, y el agua que bebemos ha recibido por lixiviación todos los tratamientos que sobran en el olivar, colmatan los acuíferos, y contaminan el agua que bebemos. La experiencia, y la crisis, demuestran cómo están saliendo adelante los productores que son respetuosos con el medio ambiente, de una manera más ventajosa que quienes no lo son. Y es que en agricultura, quien no contamina: gana.