Qué buena vida

No son todas las opciones iguales aunque nos vendan la moto de que todos los políticos son unos corruptos o que todos van a beneficiarse. El desprestigio de la política favorece históricamente a la derecha, y mucho más a la española, ultraconservadora y proclive al 'las cosas son como son porque así han sido siempre'.

    14 mar 2012 / 11:32 H.

    Además, cuando se inclina por el liberalismo —que en nuestro país es una rareza— ya sabemos de qué pie cojea: un Estado que no arbitra ni pone sensatez, la ley del más fuerte, caos que solo se contrarresta con un sistema policial férreo. Por otra parte la izquierda ha dejado de tener las ideas claras, mezclando principios básicos de solidaridad con lo peor del mercantilismo. La crisis de la izquierda es fruto de un mundo nuevo posterior a la caída de la URSS y ha tenido que comulgar con ruedas de molino. Ahora los votantes le pasan factura, recordándole que para liberales ya está el PP. Muchísimo mejor le iría al PSOE si se ciñera a su propia ideología, si marcara las diferencias con nitidez. De paso se podría formar una suerte de Frente Popular con lo rescatable de IU, aprovechando también a esa masa que espera siempre que de verdad se hagan políticas de izquierdas. En cualquier caso, ni izquierdas ni derechas se diferencian en una cosa, en relevar a sus líderes. Y ahí llevan Griñán, Arenas y Valderas una vida entera paseándose por los pasillos de alcaldías, consejerías, gabinetes, despachos y secretarías generales. Alternativa o indistintamente. Qué buena vida. Juan Carlos Abril es escritor