¡Qué asco!
He acabado de oírlo en la tele y no quiero que se me olvide. Un diputado catalán coincidiendo con mi opinión de que cambiándole el color de los uniformes, de azul por gris, a la Policía Nacional son los mismos que los que estaban en el régimen anterior.
Lo que ya no recuerdo es si aquellos ministros eran tan santos como el actual, que entrega todos los medios que puede a los ciudadanos para que se mortifiquen mientras rezan salmos y preces. Santo ministro al que la paz le deseo. Es igual que unos afamados banqueros que inventan un magnífico tipo de tarjetas, unos medios de ingreso preferente de dinero en sus bancos que lógicamente tienen que esperar en recuperar, plazos que tan solo conoce el Vaticano por su carácter milagroso. ¡Y tienen que presentarse ante un juez! Menos mal que a mi amigo le han dicho que lleve 16 millones y al otro, tres. ¡Qué abusos! Y mientras, los pobres robados protestando en mitad de las calles, protegidos por los grises, digo por los azules. Sinceramente, que todo lo que se ve es pura y simplemente una injusticia de unos pocos sobre cada vez más. ¿Y qué digo? Qué asco. Qué asco. Qué asco. Qué asco. De todos.