"El Remonta" alcanza la cumbre con los novillos de Ponce

Cada uno de ellos dispuesto a lidiar dos de los seis novillos-toros de la ganadería de Enrique Ponce. La finca del diestro se ubica en terrenos del término municipal de la propia localidad, a la que se conoce con el nombre de “Cetrina”. Se da la circunstancia de que ha sido la primera vez que las reses del diestro y ganadero Enrique Ponce protagonizan los encierros y también la lidia en la localidad de Navas de San Juan. Las reses, por el contrario, fieles a la bravura “agradecen el evento” y protagonizan un auténtico acontecimiento taurino que a fieles y seguidores, habituados a capeas evasivas, saca del amodorramiento y les sumerge en la ovación: ¡olé, olé y torero, torero...! Entre la concurrencia se abriga la creencia de quien creía conocer distintos prejuicios morales: “Me han comentado que torea uno de la localidad que es muy malo” —expone un aficionado, aparentemente ducho en la materia—. Sin embargo, cuando el “Remonta” levanta las gradas y recibe el griterío de las ovaciones multitudinarias, el mismo espectador, consabido en el manejo del arte, ronronea: “Pues no es tan malo como me dijeran, sino todo lo contrario, torea con mucho arte, a estilo de Enrique Ponce”. Del mismo modo que los espectadores sienten alborozo y disfrutan de una tarde de toros, mientras analizan el arte, el valor y la faena, el propio novillero local, “El Remonta”, se ve elevado a la cumbre del triunfo en una magnífica, histórica e inolvidable tarde de toros. La afición de Navas de San Juan saca a hombros a los tres diestros: Francisco Sánchez, “El Remonta”: novillero local, así como a Diego Hermosilla, descendiente directo de ciudadanos naveros emigrados y al gaditano David Galván: triunfador primario en la novillada. Diego Hermosilla ha cortado orejas al primero y al cuarto, “El Remonta” orejas al segundo y orejas y rabo al quinto y Galván orejas y rabo al tercero y también al sexto. A consecuencia, los novilleros han visto una avalancha de muchedumbre que colapsaba la arena, mientras las gradas aplaudían fervorosamente, eran elevados a hombros y salían por la puerta grande.
Agustín Conchilla