Pura anécdota
La derecha de este país suele tildar de lacra al subsidio agrario. Dinero regalado, criadero de vagos, sopa de convento. Aparte de Puigcercós, quien lo expresó con más contundencia, con su risueño garbo de chulapona madrileña, fue Esperanza Aguirre, “pitas, pitas”, decía, mientras su mano aristocrática mimaba el gesto de arrojar desperdicios a unos jornaleros que ella imaginaba reducidos a voraces gallinas a la espera de la mano de nieve que sepa despertarlos con sus limosnas.
Hace unos días hemos sabido por boca de Duran i Lleida que los campesinos andaluces confunde el tajo con la taberna, y el dinero que paga Cataluña al Estado se lo funden de mostrador en mostrador, mientras el payés sobrevive deslomándose sobre la sementera. Esta reducción al absurdo del astuto político catalán ha provocado protestas, insultos, reprobaciones, incluida la del PP andaluz. Sin embargo, Duran i Lleida no es un cantamañanas al que se le caliente la boca. Lo que dijo, y mantuvo, estaba lleno de cálculo. Es un peldaño más de la escalera que hace décadas lleva subiendo el nacionalismo catalán para conseguir una fiscalidad igual a la vasca, es decir, para pagar menos a Hacienda y mantener bien lustrado el mármol de su territorio VIP.
Pero hay otra lección en las palabras de Duran i Lleida que se desprende de esa premeditada contraposición entre campesinos andaluces y catalanes. Se trata de generalizar, de crear un estado de opinión que iguale lo que piensan los catalanistas con lo que piensa Cataluña; de que unos pocos se erijan en representantes de toda la autonomía y de que el menosprecio protagonizado por Mas o por Duran sea visto como el de una Cataluña que se ha cansado de pagar a jornaleros tabernarios. El nacionalismo necesita inventar diferencias y que esas diferencias sean creídas no solo en su territorio sino en el resto del Estado. Necesitan abrir zanjas, ahondar fronteras. Necesitan agraviar y ser agraviados, porque ese es el mejor coagulante para amalgamar una patria. Recuerden como ETA consiguió (he dudado si escribiría el verbo en pasado) que funcionaran las ecuaciones ETA=Euskadi o vascos=independistas. Cuántas veces habremos oído decir “los vascos” en multitud de expresiones que se referían a los etarras. Miles de tontos útiles o de simples gentes ligeras con el lenguaje han colaborado (¿colaboran?) a construir esas ecuaciones tan perversas y erróneas como buscadas por los terroristas.Convendría extraer una última reflexión de las palabras de Duran i Lleida. El subsidio agrario y los jornaleros que lo necesitan están ahí como una realidad que a nadie (y menos a los que cobran esos cuatrocientos y pico euros) satisface. Que las solemnes condenas de los parlamentarios andaluces y el revuelo de indignación contra los calculadores catalanistas no nos impidan ver el bosque. Nuestro bosque tiene negras raíces en la historia y necesita una profunda política forestal para sanearlo. Lo demás, incluida la reprobación del Parlamento andaluz, es pura anécdota.
Salvador Compán es escritor