'Puensí que estamos buenos'
Un año me quemaron en la hoguera de San Antón del Puente de la Sierra, según me contaron. Fue un muñeco, claro. Todo por escribir un artículo titulado "Puensí que estamos buenos", sobre la tan traída y llevada ilegalidad de los chalés.
Con la perspectiva que da el tiempo, cada vez lo tengo más claro. Aunque la quieran adornar, la historia es muy simple. Cinco mil personas construyen donde no se puede construir, como quien no quiere la cosa, y al paso de los años y años, cuando ya son tantas casas que abruma, se decide legalizar su situación, mirar hacia otro lado, antes que echar abajo esas cinco mil viviendas. El problema vino el día en que al subdelegado del Gobierno central, Fernando Calahorro, se le ocurrió decir que había que derribar al menos 150 chalés. Casi le cuesta el cuello y tuvo que echar la culpa al mensajero. Pero lo cierto es que lo dijo y lo sigue diciendo, eso sí, por lo bajini. Ahora la versión oficial se ha rebajado considerablemente y ya son sólo treinta los que habrá que echar abajo, o quitar del medio, o eliminar, cualquier sinónimo es válido, todo antes que utilizar la palabra derribo. Son muchos votos y nadie quiere esa responsabilidad sobre sus espaldas, pero la realidad es que son alrededor de doscientas las casas que están claramente en zona inundable y se va a hacer la vista gorda con tal de no enfadar mucho a los vecinos. A los mismos que se saltaron la ley y construyeron donde quisieron, claro, pero vecinos y, votantes, sobre todo votantes, al fin y al cabo.