Presión constante y sin tregua para alcanzar por fin la paz
La madrugada del martes se sumó un paso más en el camino hacia la irremediable desaparición de la banda terrorista ETA. La detención de cinco presuntos etarras, acusados de atentar contra la comisaría de la Ertzaintza en Ondarroa y contra empresas que participan en las obras del tren de alta velocidad, entre otras acciones violentas, forma parte de una operación que sigue abierta en varias localidades de Vizcaya y Guipúzcoa, según fuentes de la investigación.
Se trata de personas no fichadas hasta ahora, pero cuya autoría puede deducirse sin la menor duda, fruto de un brillante y exhaustivo trabajo por la Ertzaintza, un cuerpo policial que ha sido felicitado de manera expresa, especialmente, su nueva División Antiterrorista. Podría parecer un exceso dar una palmada en la espalda a unos agentes que, en realidad, lo que hacen es su trabajo, pero cobra especial importancia porque hasta ahora esta eficacia no era propia, curiosamente, de esta policía autónoma. La lucha contra los asesinos de ETA es una prioridad sin medias tintas, ni paños calientes como hasta hace bien poco, y ahí el cambio de Gobierno ha sido más que decisivo en esta andadura hacia necesaria normalización de la vida en el País Vasco.
Los registros se siguen produciendo y es probable que se produzcan más arrestos en esta operación, que comenzó hace meses y en la que ha tomado parte un destacado número de agentes. La eficacia de los ertzaintzas, que trabajan sobre el terreno y cuentan con información a pie de calle, es siempre fundamental en este tipo de operaciones. La debilidad de los asesinos se va mermando con el cerco policial y judicial, pero su capacidad de hacer daño no puede menospreciarse, porque confiarse sería un grave error. Las familias de las víctimas aseguran que “por primera vez” se están dando “pasos reales” para acabar con ETA. Una satisfacción que comparten con el resto de gente de bien.