Por un cambio de modelo
Las últimas elecciones municipales y autonómicas son ya el claro aviso a navegantes que pronosticaba la ciudadanía. El hartazgo de la imposición de los grandes partidos, de un “estatus quo” inamovible, de una forma de entender la política como una élite inaccesible es evidente. La llegada de nuevas formaciones que atacaban esos modelos caducos era el síntoma. No quiere decir que lo propuesto por estas organizaciones carezca de sentido, ni mucho menos, son las formas las que están marchitas. Al extremo sería “el todo por el pueblo, pero sin el pueblo”. No, la sociedad española ya tiene mayoría de edad democrática y pide ser escuchada de otra forma. Tiene unas prioridades que quiere garantizar y los objetivos macroeconómicos no pueden dirigir los designios de un país. Es cierto que en el ámbito nacional el PP sigue siendo la fuerza más votada y que el PSOE, a pesar de la pérdida comparativa de votos logra cierta recuperación, pero es un hecho que la llegada de los emergentes cambia equilibrios y quita gobiernos.
Puede que el bipartidismo no haya acabado, pero muestra evidentes signos de mal envejecimiento. El distanciamiento paulatino de la ciudadanía, la falta en el modelo español de cauces para hacer más activa la presencia de los ciudadanos lleva al desfiladero al propio sistema. Y la mecha final que permite esta y futuras tracas es, sin duda, la corrupción y el tratamiento que la clase política le dispensa. Durante diferentes convocatorias parecía que el electorado no castigaba los casos de corrupción, sin embargo, los votantes tienen memoria y como un castillo de naipes las torres más altas comienzan a caer. O los grandes partidos ponen tierra de por medio o caerán arrastrados.
Puede que el bipartidismo no haya acabado, pero muestra evidentes signos de mal envejecimiento. El distanciamiento paulatino de la ciudadanía, la falta en el modelo español de cauces para hacer más activa la presencia de los ciudadanos lleva al desfiladero al propio sistema. Y la mecha final que permite esta y futuras tracas es, sin duda, la corrupción y el tratamiento que la clase política le dispensa. Durante diferentes convocatorias parecía que el electorado no castigaba los casos de corrupción, sin embargo, los votantes tienen memoria y como un castillo de naipes las torres más altas comienzan a caer. O los grandes partidos ponen tierra de por medio o caerán arrastrados.