¿Por qué gusta el verano?

Y es que, en realidad, el inicio del curso académico nos plantea la necesidad de determinar las pautas que, cada cual, pretende seguir, hasta que, allá por el próximo mes de junio, llegue de nuevo la anarquía que supone el verano.

Así, poco a poco, para no estresarnos en exceso, y casi sin darnos cuenta, iremos dejando atrás los desbarajustes de los horarios durante todo el día, y la desgana por encontrar el momento oportuno para acostarnos por las noches. Lejos irán quedando los gloriosos aperitivos previos a las comidas y deberemos concienciarnos que, en lo sucesivo, nos limitaremos a engullir el almuerzo, sin emoción alguna, porque no dispondremos de tiempo suficiente para recrearnos en semejantes menesteres.

Y, adiós a las amadas siestas de cama, debiéndose sentir privilegiados quienes en los tiempos que se nos avecinan, puedan seguir dedicando un momento de la sobremesa, a echar una pestañilla ante el televisor. Y luego hay quien pregunta, sorprendido, por qué nos gusta el verano. Esta es, en fin, una alternativa, muy popular por cierto, de a qué dedicar la época veraniega. No obstante, existen quienes han optado por seguir otra ruta en sus quehaceres veraniegos y han dedicado este tiempo a cultivar el campo de los saberes y ampliar formación, que nunca es suficiente, independientemente de la edad con que se cuente, y de la actividad cotidiana a que se dedique. Para esto, formidable papel el que vienen desempeñando en nuestra provincia, de manera especial, los cursos de verano impartidos en Torres, en la Universidad Internacional de Andalucía, con sede en Baeza y los de Intendente Olavide, en La Carolina.

Ambas propuestas, la del descanso y la cultural, no necesariamente tienen que ser contradictorias entre sí, y por otro lado, es una genial manera de fomentar el conocimiento de nuestra provincia. Excelente idea que bien pudiera cundir entre muchos otros municipios.