Políticos y tecnócratas
El ansia de libertad, el deseo de acercarnos cada vez más a la igualdad que nos permita a todos estar más cerca de la felicidad, reafirmarnos en la dignidad de las personas. Todo esto son razones de peso, las verdaderas, que justifican la acción de movimientos como el 15-M. Los políticos deben aprender y buscar la legitimidad y el respeto, frente a los tecnócratas, en la acción que persiga esos fines.
El abandono de los ideales en beneficio de éxitos inmediatos, mediocres, o incluso de la promoción y provecho personal o el liderazgo obsesionado por apartar a los competidores. La historia nos muestra a políticos solidarios, altruistas, dialogantes, que supieron administrar el ideal y la ilusión de los ciudadanos. Creo en la política y en los políticos y debemos reivindicarla más que nunca frente al capital. La posibilidad de ceder ante los tecnócratas, como en Grecia e Italia, no es más que un retroceso en la democracia y una vuelta de rosca más de los sectores económicos dominantes para intentar consolidar aún más su posición de poder despreciando a las mayorías; la crisis de nuevo se muestra como instrumento para que el capital encuentre para sí mismo términos más justos de explotación. La tecnocracia precarizará aún más nuestras vidas y buscará rentabilidad sin mirar las necesidades sociales cada vez más insatisfechas. El pueblo, como siempre, a través de movimientos como el 15-M, también ha dado ejemplo reivindicando eso mismo, la acción política. Ha mostrado que el camino no debe ser simplemente una salida teóricamente racional sino que debe surgir de la acción cotidiana y elaborando e impulsando propuestas que se aparten de los ideales éticos del capitalismo; esa ética del capital que parece haber seducido irremediablemente a nuestros dirigentes. Hasta los más jóvenes, incluso adolescentes, han dado ejemplo participando en estos movimientos sociales rechazando la cultura del enriquecimiento rápido o por cualquier medio, la lucha por el poder o por ocupar los mejores puestos desde una cruel competitividad que suele dejar en el camino a buenos políticos y dirigentes. Estamos, una vez más, en un momento en el que se siente la necesidad de promover alternativas que sustenten un cambio profundo de nuestra sociedad, frente a un sistema de producción desarrollista que siempre carga el peso, y lo que es peor, los costos, sobre la gran masa popular. Nuestros políticos tienen el reto de recuperar su imagen, de avanzar aún más en la democracia y fortalecer la imagen institucional, entre otras cosas. En el caso concreto de siglas históricas, hay que volver a cargarlas con los valores y convicciones que las hicieron gloriosas y ejemplares.
Miguel Ángel Olivares es escritor