Poesía: "Pasión en Jaén"

La Pasión de las sombras

Existe un cielo abierto en los ocasos
donde la luz se ahoga en un delirio,
donde las almas sufren el martirio
de ser tan sólo el eco de unos pasos:

un temblor por las “andas”, palio y vasos
del “trono”, floreciendo como un lirio,
o entre el humo y las lágrimas de un cirio
llorando en procesión por sus fracasos.

Está la luna rota en las esquinas
con el rostro lloroso entre sus senos
perfumando la noche y las espinas.

Están los “capirotes” nazarenos
-sus sombras-, la saeta: voz en ruinas
¡y esos largos silencios, de ojos llenos!

 

El cortejo

Por mi memoria andan Cristos idos,
viejos romanos, almas sin aliento;
la Fe quema sus párpados al viento
y la pasión incendia los sentidos.

En mi memoria reinan los vencidos
-entre el humo, los cirios y el tormento
de un rey ensangrentado y harapiento-,
formando una visión: de aparecidos

-muertos y gentes de otro tiempo- andando
en procesión a nuestro lado; y, todos,
-abriéndonos camino con los codos-,

todos queremos ver qué está pasando:
tocar a Dios, saber de todos modos,
si estamos todos muertos o soñando.

 

Al Crucificado

Languidece la fruta en las ramas más viejas.
Se presenta la tarde con las manos vacías:
qué dolor, qué quebranto, ¡qué amarguras, las mías!
Esta noche, la lágrima soltó sus guedejas

y las almas caminan entre dos candilejas.
Cuando creo que vivo levantando arquerías
una sombra se cuela bajo las celosías:
catedral de la muerte –una cárcel sin rejas-,

esta cruz con su Cristo, su sudario y su muerto
-ventanal del infierno, a la luz del desierto-
me emborracha de pena, con su sangre y su herrumbre,

mientras busca mi amor un respiro en la calma.
¡Cómo dueles, Dios mío, al calor de la lumbre,
cuando llega la noche sin bolsillos del  Alma!

Al Abuelo

Bajo el palio del cielo, el infinito
-que engordó la madera de sus ojos-
talló una lágrima de sangre en rojos
atardeceres de pasión. Y un grito

de tormento y un pacto nunca escrito
de silencio, se rompen: voz y enojos
cuando, al gritar “Abuelo”, los antojos
se vuelven devoción, creando el mito

de nuestro Abuelo y la Semana Santa
jiennense.  Porque un cristo en procesión
se ha vuelto un vino con solera y canta

a la vida y la muerte, el corazón.
Porque este hombre que sufre es Dios, y aguanta
el peso de su cruz: ¡con mi emoción”

    18 nov 2015 / 21:09 H.