Poemas para le los
Me visitan poetas jóvenes amigos para hablar de José Nieto Jiménez (Jaén, 1939-2005), de quien andan preparando una edición. Sigue siendo Pepe Nieto un autor de culto, otro maestro sin más doctrina que su vida pero cuya lección sostuvo la mejor poesía emergente del Jaén del primer posfranquismo: conjugaba instinto y cerebro hasta dar con la difícil belleza de su existencia, tan aparentemente gris que hizo de su atonía su máxima extravagancia, como un aristócrata que acepta un papel de maldito para reírse de la posteridad: “En vano trabajas para mañana: / tú no alcanzarás tu gloria póstuma”.
Línea recta la de Nieto: tipo poundiano cuyo superromanticismo obedecía a una retracción tan adicta a su niñez, la única patria del escritor, como a la desposesión de los místicos, el territorio idóneo para impugnar la retórica a que tan dados son los literatos de los tiempos peores, los de hoy por ejemplo, cuando la senilidad del capitalismo lo vuelve más insaciable que nunca. De aquí, quizá, sus feísmos iconoclastas mostrándonos la profunda impunidad de la provincia: “Yo he nacido en Jaén y moriré / en la mierda. —Moriré en Jaén—”.
Los dos libros que reunía Sin fonía [1985], antología de su producción desde 1961 a 1984, abordan la primera de las dos mentiras exploradas por Nieto: la de un fracaso amoroso narrado por una palabra abrigada en la tradición de la modernidad pero que solo alcanza su sentido gracias al significado de la música atonal que primitivamente la acompasa. Verificar los deseos desde la conciencia analítica de la insatisfacción es aporético: “O se bebe sin ira el vino de las uvas negras / de la decepción, o se paladea sin gusto / el vino de las uvas incoloras / de la renuncia. / Vivir es no jugar, o perder”.
El poemario inédito Poemas para lelos [c. 1990] describe la segunda falacia atendida por Nieto: la de nuestra moralidad, aún incapaz de distinguir las funciones de los poderes ejecutivos de las de un pelotón de ejecución. Compromiso crucial el de Nieto: si antepone al orden de la cultura las necesidades del hombre, lo hace, aforístico y analógico ahora, criticando la bobería intelectual —”Don Sabelotodo de Casinada / era Profesor Emérito / de Incompetencia General”— y al vulgo violento del que todos formamos parte: “Expuso sus ideas / en la pública plaza. ¡Y cómo le aplaudían / la nuca con la maza!”.
Juan Manuel Molina Damiani es escritor