Podemos irnos al carajo

Tengo un profundo respeto por las ideas, pero cuando estas son descabelladas, como sardinas sin cabeza, me rebelo con mi única arma de la que dispongo: La razón más elemental.

    08 abr 2015 / 10:37 H.

    Una cosa es dar trigo no teniendo cosecha suficiente. Otra, contar con los granos que disponemos. Me da risa bajar los impuestos, los corruptos que se llevan los sacos llenos de monedas, recaudadas a los ímprobos ciudadanos. Me pongo triste cuando las ideas quieren un paraíso prometido y perdido donde no existe la realidad, y sí cocodrilos con las fauces abiertas. Aprovecharse de la decepción ciudadana, engañada por unos  palabreros, solo preocupados de sus fáciles ganancias, depositadas en bancos europeos bien custodiados por el capital de esta vieja Europa, que no quiere más guerra entre sí, sino, una convivencia, culta y trabajadora, al servicio del interés general. Me duele la demagogia, pues ellos solo aspiran a quitar del sillón a otros inútiles para sentarse, haciéndose aire con el abanico en los días de bochorno. Me duele España, pero más pensar que nos podemos ir al carajo, que no sé dónde está, aunque creo que puede ser desastroso.