Plumas acrobáticas que recorren la ciudad

Diana Sánchez
Con el escenario de la ciudad abierto para el desarrollo de la superación personal, son cada vez más los jóvenes que se apuntan al lema del “ser y poder” del parkour. Un fenómeno social en el que la libertad de movimiento se hace cómplice e impulsa al cuerpo a desobedecer y a revelarse contra las leyes de la gravedad.

    05 abr 2009 / 10:20 H.

    Lo que en un principio se convirtió en una disciplina de supervivencia para superar los obstáculos que se presentaban en una emergencia natural, ahora se traslada a la urbe con el fin de escapar del día a día, de la rutina. El arte del deslizamiento, como muchos lo llaman, seduce a los jiennenses desde hace unos años, después de que la mecha encendida por el francés David Belle corriera con la velocidad del viento por el resto de países. Considerado una tribu urbana el colectivo que lo practica, lo cierto es que se trata de una disciplina que reúne a una serie de jóvenes en zonas determinadas con el afán de trazar y superar trayectos o de conseguir la acrobacia más espectacular. “Yo creo que somos un grupo de personas de la ciudad que se reúnen y que tienen un hobby en común”, explica el jiennense Armando Aguilera.
    Sin embargo, la urbe también ofrece rincones para desarrollar otra especialidad, llamada street stunt. En este caso, quienes la practican conocen la gran diferencia con el arte del deslizamiento, el parkour. Y es que en este deporte lo importante es conseguir la acrobacia más espectacular, siempre que el telón de fondo sea un parque, un edificio, una calle o una plaza. Estos entrenamientos físicos llevan a muchos practicantes a dejarse llevar por la libertad creativa con la fusión del deslizamiento y la acrobacia. Es lo que jóvenes como Esteban Cañabate, Javier Rubio y Armando Aguilar denominan free running. “Yo practico el estilo libre, porque al final es un poco aburrido hacer sólo volteretas, por eso cuando ves una valla te incita a hacer algo diferente”, reconoce Aguilera. Para otros, se trata, sencillamente, del “deporte perfecto”, en el que los movimientos extremos embellecen la fluidez y la agilidad de ir avanzando.
    Dentro de la sociedad de la información, la mayoría de los integrantes de este colectivo reconoce que, de una manera u otra, llegaron a este mundo por la atracción de las imágenes de internet o de la pequeña pantalla. “Yo lo descubrí por primera vez en la televisión con unos amigos. Fue cuando nos propusimos intentarlo”, recuerda un ex practicante de Jaén, Alejandro Parras, de 17 años. Por su parte, Javier Rubio, de 18 años, explica que fue en un reportaje donde observó a unos chicos que se movían a su libre albedrío por las calles de Londres. “A partir de ver a esos jóvenes pregunté en mi colegio si alguien lo conocía y me di cuenta de que algunos lo practicaban”, afirma. “Comencé como todo el mundo, viendo vídeos en internet. Me fijaba en las técnicas, preguntaba a la gente que practicaba capoeira o algún arte marcial. Después, empecé buscando información sobre cómo se hacían los movimientos, los intenté practicar hasta que me caí un montón de veces. Pero en cuanto aprendes un par de vueltas distintas, el resto es mecánico”, manifiesta Armando Aguilar.
    Sin embargo, el influjo de una imagen no es suficiente para querer formar parte de esta tribu, ya que contar con una formación física adecuada es esencial. En este sentido, es normal que algunos ya hayan probado la sensación de quemar adrenalina con deportes como las artes marciales o danzas urbanas: “Yo contaba con una base antes de introducirme en el parkour, ya que practicaba breakdance”, dice Parras. “Como en mi infancia hice judo tenía la ventaja de que sabía caer”, confiesa Javier Rubio. Así, con el ruido de fondo de los motores de los coches, el sonido de los semáforos o la gente que transita por la calle, estos adolescentes convierten sus cuerpos en plumas que guían a su antojo con el apoyo de farolas, bancos o paredes. Dentro del código de un buen traceur o stuner, el respeto por el atrezzo sobre el que “actúan” es esencial. “Hay quienes piensan que el parkour es vandalismo, no obstante, la propiedad privada es algo que respetamos bastante. No saltamos los coches ni las motos, pues a nosotros no nos gustaría que lo hicieran con los nuestros. Además, procuramos irnos a sitios donde no molestemos”, asegura Armando Aguilar. A pesar de tratarse de una disciplina llamativa por el espectáculo que ofrece en mitad de la urbe, estos artistas de las acrobacias aseguran que algunos ciudadanos no los entienden. “La gente más mayor es la que, sobre todo, nos dice que tengamos cuidado”, explica Rubio. “Hay personas que nos gritan que nos vamos a partir la cabeza y que llamarán a la Policía. Entonces les digo que si nosotros no supiésemos hacer esto nos la partiríamos, pero si lo realizamos es porque ya lo tenemos entrenado y superado”, afirma Aguilar. Convivencias callejeras que les obligan a enfrentase con todo el glamour de un elegante salto y la bajeza de los más pícaros. “Algunos sólo piensan que podemos romper algo, pero si ven que nos están robando, como nos pasó una vez, la gente se calla. Yo entiendo que no es normal ir por la calle y ver por un paso de peatones a un hombre haciendo volteretas, pero a nosotros no nos importa destacar”, dice. Sin embargo, tampoco esconden pequeños toques: “Alguna vez, un policía nos ha llamado la atención mientras estábamos en el césped, pero lo normal es que no nos digan nada”, reconoce Aguilar. En cualquier caso, lo que tampoco pueden evitar es que muchos jiennenses se paren a admirar el espectáculo circense “in situ”.
    La perfección de los movimientos dada de la mano de la originalidad brinda a estos jóvenes una entrada a otro mundo en el que la concentración y la superación son el pasaporte. A partir de ahí, las sensaciones son múltiples: “Cuando saltas de un muro a otro sube la adrenalina. Es como si estuvieras a una altura de cinco metros y ves que todo transcurre a cámara lenta”, asegura Javier Rubio. “Es una manera de expresión y te olvidas de los problemas”, afirma Esteban Cañabate. “Me encantaba la tranquilidad de ir superándome al subir puntos cada vez más altos”, recuerda Alejandro Parras. Lejos de la superficialidad que puedan aparentar estos jiennenses, la filosofía del parkour, adaptada a las demás ramas, está presente tal y como la entendía el padre del fenómeno: el francés David Belle. La autosuperación, humildad y la ayuda mutua son los principios por los que se rigen. No es extraño ver, un fin de semana, a un colectivo de entre diez o veinte jóvenes en extensas zonas de césped o con varios obstáculos como el parque del Bulevar, mientras algunos desafían el entorno con su agilidad física. Son las conocidas RT, o reuniones de traceurs. “A menudo nos juntamos con otros grupos que, a su vez, están formados por gente de la provincia”, dice Aguilar. Se trata de una concentración en la que se muestra el progreso y la técnica, pues, el aprendizaje de unos a otros es el fuego que les incita a mejorar. “Lo bonito de esto es que nos ayudamos”, añade Parras. “Nos enseñamos y nos picamos”, dice Cañabate. En Jaén hay varios grupos como Revolution Trick, formado por tres linarenses y dos jiennenses, o Trickers Xtreme, con dos jiennenses y tres pegalajareños. No obstante, también hay espíritus más solitarios que prefieren liberarse en la calle por su cuenta.
    Magos de su propio cuerpo y verdaderos aristas de la imagen, estos jóvenes no desaprovechan la más mínima oportunidad para grabarse mientras demuestran sus saltos mortales, sus rotaciones o sus apoyos contra paredes, escaleras o barandillas. “Nosotros mismos nos grabamos, editamos y montamos en vídeos. Después nos colgamos en Youtube para los demás lo vean y nos corrijan”, explica Javier Rubio. Con música gestada en su mismo ambiente, el rap o el hip-hop suelen ser las bandas sonoras que acompañan estos micrometrajes que se exponen en la red a disposición de todo el mundo. De esta manera, la provincia y sus acróbatas urbanos pasan a formar parte de foros nacionales como el que se mueve en la web www.umparkour.com. Espacios virtuales que se abren al debate y a la aportación de nuevos desplazamientos para ponerlos en práctica en espacios reales.

    Armando Aguilera
    “Me fracturé la clavícula con un movimiento”

    Armando Aguilera practica parkour desde hace dos años y medio. Además de los movimientos rodados por distintos rincones de Jaén, el joven también los combina con los estáticos, en el street stunt y la libertad que le da el free running. “A pesar de la fractura de clavícula que me hice hace un año, lo sigo haciendo”, dice. Asegura que no se le fueron las ganas de seguir arriesgando con nuevos movimientos. “Estuve cuarenta días parado y luego seguí, incluso sin recuperarme ya estaba enganchándome por los sitios con un solo brazo”, confiesa el jiennense de 18 años. Tal es su pasión por la práctica que, a veces, viaja hasta Madrid para reunirse con otros traceurs y exhibir las acrobacias más espectaculares.


    Zonas de prácticasde Free Runnig y Parkour