PIEDAD SANTIAGO FERNÁNDEZ.- "En ‘Cuando habla el alma’ plasmo situaciones vividas"

Ana Domínguez Maeso
Piedad Santiago Fernández nació en Guadix (Granada) en septiembre del 1963. Pertenece a una familia numerosa con cuatro hermanas. Es una familia tradicional con profundas raíces rurales. Sus dos abuelos eran agricultores y su padre, maestro de carrera, aunque también agricultor por vocación.

    09 dic 2012 / 10:50 H.

    —¿Cómo es su familia?
    —Mi familia está basada en el matriarcado, por lo que la figura de la mujer ha sido siempre el centro de la misma, solo tengo tías; así que las mujeres en mi familia han tenido un peso específico muy importante en las decisiones que se han tomado desde hace tres generaciones. Mis hermanas, además de ser guapísimas, son mujeres muy trabajadoras. Mi hermana Amparo es licenciada en Psicopedagogía y trabaja como profesora de Primaria.  María José es licenciada en Derecho y letrada de la Junta de Andalucía, actualmente es la presidenta del Tribunal de Recursos Administrativos de la Junta. Mari Ángeles es enfermera y trabaja en la unidad de hemodiálisis del Virgen de las Nieves y Marifé, la pequeña —aunque mide 1,70 metros—, es licenciada en Ciencias Económicas y está trabajando en la Banca. Todas son madres de familia y compatibilizan su trabajo con su vida familiar.
    —¿Cómo se desarrolló su infancia?
    —Aunque nací en Guadix, me he criado en  un pueblecito del Marquesado del Zenete, Lanteira (Granada). En aquellos años aún no tenía agua corriente, las calles estaban sin asfaltar y la gente vivía de la agricultura y ganadería y, sobre todo, de la minería, ya que muchos trabajaban en las minas de Alquife, famosas por su rica producción en hierro. Pasábamos todo el día en la calle jugando, cometiendo travesuras y sufriendo por ello las regañinas y los castigos de mis padres con relativa frecuencia. 
    —¿Qué recuerdos tiene de esa época?
    —Recuerdo especialmente cuando venía el agua por la acequia que atravesaba el pueblo en las primeras semanas veraniegas y nos lanzábamos a bañarnos en ella. También era especial ver los rebaños de las ovejas para ir a recogerse a sus corrales, y a veces enfrentábamos a los carneros con el peligro de que estos acabaran “topeándonos” y lanzándonos varios metros con algún que otro chichón en la cabeza. Mi padre, en otoño apenas llovía, nos llevaba a la sierra a coger setas que mi madre cocinaba con el arroz con conejo y nos sabían a gloria. También era muy frecuente que nos invitaran a coger castañas los vecinos y nos inflábamos a comerlas. Mis mejores amigas eran mi hermana Amparo y las otras niñas de mi edad que estaban siempre deseosas de jugar con nosotras en el patio de la escuela, que era donde vivíamos. A veces nos peleábamos, pero de verdad, llegando a tirarnos de los pelos y a apedrearnos con las consiguientes secuelas cicatrizales que aún perduran en mi cuerpo. Aunque era un pueblo muy frío, pues está casi a 1.300 metros de altitud en la cara norte de Sierra Nevada, yo no pasaba tanto frío, pues mi madre nos abrigaba muy bien con unas camisetas de algodón y unas fajitas que ella misma nos hacía de tela de lana. Sí que recuerdo horrorizada los zapatos gorila que siempre me hacían rozaduras y que cuando ya los tenía domados, no me servían porque se habían quedado pequeños. Y así fue como transcurrió mi infancia: entre barro, acequias, desollones, peleas y nevadas, pero con una felicidad irrecuperable.
    —¿Qué estudios ha realizado?
    —Estudié la EGB entre Lanteira y las Gabias, que fue el siguiente destino de mi padre, y el Bachiller lo hice en el Colegio Regina Mundi de Granada. Medicina, en la Facultad de Medicina de Granada y la especialidad de Endocrinología en el Hospital Clínico de Granada. Conseguí desarrollar la tesis doctoral alcanzando el título de doctora en Medicina en el año 2003. 
    —¿Cuál es su actividad profesional?
    —Soy especialista en endocrinología y trabajo en el Complejo Hospitalario de Jaén. Los pacientes que con más frecuencia trato son diabéticos, patología tiroidea y problemas del desarrollo, entre otros. Me encanta mi trabajo, aunque realizo otra actividad que también me gratifica enormemente: la escritura.
    —¿Cómo se dedicó a esta actividad?
    —Lo de escribir me viene desde pequeña. Cuando era niña escribía un diario con todo lo que hacía cada día, pero lo dejé cuando cambiamos de domicilio porque ya la realidad nueva a la que nos enfrentamos dejó de gustarme. Más adelante escribía rimas dedicadas a mis hermanas y amigas, algunas cartas de amor que nunca fueron enviadas y relatos que se quedaron en el cajón de mi mesa para siempre. Cuando comencé a tener hijos, me inicié en la escritura de relatos con sus gracietas, aprovechando cualquier anécdota con la firme intención de que no se me olvidara lo que mi hijo había hecho o dicho. Realmente fue a partir de la tesis cuando escribí mi primer diario, que se hizo público en relación con la evolución del trabajo de campo: anécdotas surgidas en los colegios que visitábamos, dificultades con las que nos encontrábamos, accidente de tráfico incluido y robo del audímetro que empleabamos para medir agudeza auditiva en los escolares estudiados, etcétera. A partir de aquí decidí plasmar por escrito en forma de relato aquellas situaciones que la cotidianeidad de la vida me iba proporcionando, unas veces relacionadas con mi trabajo y otras con mi vida social. Siempre escritos en tono de humor, a veces ácido hasta provocar dolor de estómago y alguna que otra crítica por mi falta de tacto a la hora de tratar determinados temas de una forma que no es políticamente correcta. Estos relatos fueron publicados en yo escribo.com.
    —¿Qué es “Cuando habla el alma”?
    —La novela “Cuando habla el alma” es un intento de plasmar emociones que había vivido, dándole un cuerpo estructural que permitiera al lector sumergirse en el mundo de los sentimientos y que hicieran aflorar en el mismo esos valores que pudieran estar “anestesiados” por el paso de los años. Quedó bonito y gracias al ánimo de mi marido y mis amigas, y a la orientación del profesor Molina Damiani, me lancé a publicarlo con la Editorial Dauro de Granada. Y con el estímulo de que el libro está gustando mucho, me he lanzado a escribir otros dos: uno en tono de humor y otro que es un thriller psicológico.
    —¿Cómo es su vida familiar?
    —Estoy casada con un médico de familia; tengo tres hijos varones, el mayor, Tomás, estudia Ingeniería Aeroespacial en la Politécnica de Madrid. El mediano, Javier, cursa Ingenieria Electrónica Industrial en la Universidad de Jaén, y el pequeño, Miguel Angel hace primero de ESO en el IES Las Fuentezuelas. Son tres niños estupendos, buenos, con unos valores de responsabilidad, respeto y educación muy importantes en estos tiempos. Tanto el mayor como el pequeño también tienen un rasgo de escritores que habrá que ir puliendo con el tiempo.
    —¿Cómo utiliza el tiempo libre?
    —El ratillo que tengo lo dedico a escribir, a leer o ver alguna serie de la televisión. Me encanta preparar fiestas sorpresa para mi familia y amigos y elaborar álbumes de fotos digitalizados, así como películas de vídeo.
    —¿Qué aconsejaría a los jóvenes que quieran ser escritores ?
    —Que lo hagan sin miedo a las críticas y que aprendan a aceptarlas porque así aprenderán a escribir mejor. Que participen en concursos y eventos literarios y que lean mucho.