Pentecostés y nuestra vida

El domingo, día 8, conmemoraremos la festividad de Pentecostés, y con ella, la acción del Espíritu Santo sobre los apóstoles, que tras la Resurrección de Cristo, se encontraban en una casa, con las puertas cerradas, por miedo a los judíos, y tras su venida, revestidos de sus dones, salen al mundo para comunicar la buena noticia del amor de Dios a los hombres. Nos dice San Pablo: “En cada uno de nosotros se manifiesta el Espíritu para el bien común”, mediante los dones recibidos de Él: Don de sabiduría, de inteligencia, de consejo, de fortaleza, de ciencia, de piedad, y de temor de Dios. En palabras de la beata Teresa de Calcuta: “Todos somos hijos de Dios, así que es importante que compartamos sus dones”. El deseo de Jesús es que nuestra misión sea una continuación de la suya, misión que le trajo hasta nosotros, y que selló con su muerte en la cruz. Lo realmente importante no es cuánto hagamos, sino el amor que pongamos en lo que hacemos, por nimio que sea. La palabra de Dios, siempre actual, será nuestra fuente inagotable de fortaleza y valentía. La situación real de España, en estos momentos, es preocupante. La ciudadanía se siente perdida, a la deriva; yo misma me siento así. Recordemos ahora, que Dios nos concedió unos dones, con los que actuar en su nombre, para el bien común, acercándonos previamente a Él, mediante la oración sencilla y confiada, ya que nos dice: “Sin mí, nada podéis”. La justicia y la paz, que tanto necesitamos, llegarán por su medio, y sólo por su medio. Pensemos en algunas de las definiciones que Jesús se atribuye: “Yo soy la luz del mundo”. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. En cómo nos consuelan sus palabras: “No tengáis miedo. Yo estaré con vosotros, todos lo días, hasta el fin del mundo”. 



    01 jun 2014 / 22:00 H.