Pensionistas de Santa Isabel se levantan contra la Iglesia
Son las cuatro paredes entre las que se sienten vivos y están dispuestos “a llegar hasta Estrasburgo” si el Obispado persiste en su “pretensión” de restringirles el uso del club social que, desde hace más medio siglo, está adosado a la parroquia de Santa Isabel, como centro de reunión de los pensionistas del barrio.
“El viernes”, día 17, los 30 socios de este particular hogar recibieron una “carta” de la Diócesis en la que se les comunicaba que podrán utilizar el salón interior “solo cuando esté disponible y la parroquia, abierta”, indica el tesorero del club, Juan Temprano. El problema —advierten los socios en un comunicado— es que este salón “se usa todos los días para catequesis y las instalaciones de la iglesia solo están abiertas por la tarde en horario de catequesis”, con lo cual —denuncia Temprano—: “Lo que quieren es echarnos a la calle y enterrarnos en vida; que nos quedemos en nuestras casas sin relacionarnos con nadie”.
El enfrentamiento con la Iglesia por el uso de este adosado a la parroquia hunde sus raíces en el año 2011, con la llegada del nuevo sacerdote, Juan Francisco Carrasco, y el deseo de este —señalan los usuarios del local— de convertir las instalaciones en una nueva sacristía. Después de muchos desencuentros, el club estuvo de acuerdo en cederle a la Iglesia el salón interior, siempre que se respetara el “derecho” de los socios “a compartir el aseo” que se encuentra en esta habitación y el acceso a las instalaciones de la parroquia.
Sin embargo, “este verano” la situación volvió a complicarse para los ancianos. “Con el consentimiento del Obispado, el párroco ha continuado en su deseo de quitarnos el local”, indican en el comunicado. En su objetivo y “ante la negativa del club de trasladarse a ninguna parte”, les han “vuelto a cerrar” la puerta de acceso a los aseos. Ocurrió hace tres meses y pregunta, metafóricamente, el tesorero de la asociación: “¿La humanidad que ellos predican [en alusión a la Iglesia] es tener a unas personas mayores sin aseo?”. Expone que de la treintena de socios que tiene el club, “los que tienen alguna enfermedad están dejando de acudir al centro”. “No tienen dónde orinar y vuelven a casa mojados —se indigna—. Otros lo hacen entre dos coches porque no les da tiempo a llegar a su casa e imagine la vergüenza que supone”.
Para los usuarios del club, “tanto acoso y tan continuado” puede acabar en una “nueva ruptura” dentro del barrio. “Lo que pedimos es que nos dejen tranquilos. Ya llegamos al acuerdo de cederles la mitad del espacio con derecho a aseo, y no nos metemos con ellos. Al contrario”, apunta Temprano, que resalta: “Para nosotros, el club es una forma de convivencia”. El párroco rechazó hacer declaraciones con el argumento de que el caso está en manos del Obispado, con el que este periódico intentó contactar sin éxito.