01 sep 2014 / 15:00 H.
El caso del señor Pujol en Cataluña me parece de tal envergadura que no quepo en mí de mi asombro. Todo un expresident, que era prácticamente Dios en la tierra, venerado y respetado por todos, y de la noche a la mañana ha caído en el pozo más oscuro. Se ha descubierto que durante su mandato al frente de la Generalitat amasó una fortuna indecente que tiene bien guardada en paraísos fiscales y, mientras él se forraba impunemente a cuenta de negocios nada claros, acusaba a España de robarle a los catalanes. Qué desfachatez, qué personajillo. Solo espero que caiga sobre él todo el peso de la Ley, igual que sobre su hijo, también imputado en un caso de adjudicaciones presuntamente fraudulentas de empresas de ITV en Cataluña. De tal palo no se podía esperar otra astilla. Una familia de alta clase social a cual de sus miembros más sospechoso, y todo que se destapa gracias a una novia despechada que dio la voz de alerta y se pudo empezar a tirar del hilo. No quisiera parecer machista, pero las mujeres, cuando se lo proponen, pueden ser de lo más peligrosas. Es peor una examante enojada que un inspector de Hacienda. Al menos, mucho más eficaces para destapar fraudes. Si no, que se lo digan al exalcalde de Marbella, Julián Muñoz, con la que fue su exesposa.