Pedir trabajo es querer libertad

Recuerdo cuando las mujeres tenían que echarse al suelo, literalmente, para coger la aceituna. Pasaban la jornada de rodillas, maltratando sus manos en la difícil y dura tarea de que la aceituna fuese a las espuertas. El hombre tenía ventaja, al menos el frío no se le metía en los huesos, el dar palos al olivo lo quitaba sobre la marcha. Aquellas mujeres ataviadas de pantalón, pañuelos en sus cabezas, guantes de plástico que no eran barrera para el helado suelo y las famosas rodilleras de goma espuma para atenuar la dureza de las piedras.

    25 nov 2015 / 16:42 H.

    Eran tiempos rigurosos pero tiempos donde la mujer, mal que bien, tenía la oportunidad de ganar un jornal durante un par de meses. Dejaban atrás a sus hijos, y también dobles jornadas para que comida y limpieza casera quedaran listas antes de ir al tajo. Con la mecanización del olivar, los jornales disminuyeron enormemente pero para la mujer simplemente desaparecieron. Ya ni ese par de meses de trabajo, se quedaron sin jornal, sin sustento, sin dignidad. Una vez más, y van demasiadas.
    Echar a las féminas del campo no acarreó mejoras económicas sustanciales, al fin y al cabo si los sueldos se hubiesen duplicado, en la familia entrarían unos ingresos mínimos para obtener cierta dosis de libertad, la pobreza es enemiga endémica de la libertad.
    Cuando había para ellas, las hicimos arrodillarse, la postura más vergonzosa y humillante que existe; tenían jornal pero de dignidad mínima. Ahora, directamente las expulsamos del paraíso laboral, ni arrodillarse les vale. En esta encrucijada, en la comarca del Condado, las mujeres alzan su voz. Y lo dicen alto y claro: ¡Basta¡ Llevan razón. Lo único que piden es trabajo, ese trabajo que lleva pan y orgullo a las familias. Ya son dos pueblos los que gritan.
    Ojalá, suenen esas voces en otros pueblos, en otras comarcas para que surta efecto. Piden un hueco en la aceituna porque es lo único que este Jaén nuestro les ofrece. En el orden establecido, pequeños gestos, movimientos mínimos, pueden suponer un soplo de aire que haga tambalear esquemas. Sopla aire fresco del Guadalimar.
    Manuel Pérez Perálvarez