Patatas fritas que triunfan con su delicioso sabor a Jaén
ENRIQUE ALONSO
Patatas Santo Reino infunde a sus productos el sabor de Jaén. Cada bolsa lleva trabajo, sacrificio, innovación, calidad, aceite de oliva y una selección de los mejores productos del campo. El jurado de los Premios Jiennenses del Año 2011 decidió que es merecedora del galardón en la modalidad de Empresa. Francisco Gutiérrez y sus tres hijos —Clara, Isabel y Francisco— lo acogieron con mucha alegría: “Nos sentimos muy agradecidos a los jiennenses. Le debemos a la gente todo lo que somos. Jaén se identifica con la marca Santo Reino, que aparece en nuestros productos.

Patatas Santo Reino infunde a sus productos el sabor de Jaén. Cada bolsa lleva trabajo, sacrificio, innovación, calidad, aceite de oliva y una selección de los mejores productos del campo. El jurado de los Premios Jiennenses del Año 2011 decidió que es merecedora del galardón en la modalidad de Empresa. Francisco Gutiérrez y sus tres hijos —Clara, Isabel y Francisco— lo acogieron con mucha alegría: “Nos sentimos muy agradecidos a los jiennenses. Le debemos a la gente todo lo que somos. Jaén se identifica con la marca Santo Reino, que aparece en nuestros productos.
Recoge simpatías y mucho cariño. Este premio de Diario JAEN es un claro ejemplo”, explica Clara Gutiérrez acompañada por sus hermanos Isabel y Francisco, mientras que su padre la escuchaba con mucha atención. Patatas Santo Reino no nació de los mercados, del capricho de los inversores, de la buena marcha de las acciones en la Bolsa ni de inversiones en un sector estratégico. La empresa jiennense se gestó con un carrillo de venta ambulante y manos dispuestas a “quebrarse” de tanto trabajar pelando patatas y moviendo la sartén. Eran las de Francisco Gutiérrez —un panadero de Fuensanta de Martos— y su mujer Clara Expósito, que falleció hace poco y a la que toda la familia dice, con mucho orgullo, que le deben mucho de lo que tienen.
Santo Reino produce ahora la friolera 1.500 kilos de patatas fritas al día y 500 kilos de otros productos. Sin duda, una cifra que Francisco y Clara nunca imaginaron cuando comenzaron con su negocio en el número 16 de la calle Las Novias. “Tenía un carrillo y me iba a la Alameda a vender patatas a la gente que pasaba por allí. También lo colocaba donde hubiera algún acontecimiento. Luego, en 1965, abrimos una freiduría. Hacíamos churros, pero la gente consideraba que era un producto demasiado de lujo. Por eso, solo se vendían los fines de semana. Eso nos hizo cambiar y comenzar a freír patatas, que se vendían bastante bien”, explica Francisco Gutiérrez a sus 79 años. Asimismo, continúa: “Tenía una bicicleta a la que le puse dos alforjas. Las llenaba de patatas y me iba a repartir por los bares. Cuando gané algo, me compré una moto y había un chaval que también me ayudaba con la bicicleta. Cogía la moto y me iba a cualquier pueblo a llevar las patatas. Aún recuerdo que me tenía que abrigar mucho. Llevaba hasta los calcetines dobles. Le pedía a la Guardia Civil que no me multara por llevar las alforjas hasta arriba. Cuando pude comprarme un Citroën de segunda mano, gané mucho en comodidad”, asegura.
Clara Gutiérrez recuerda con cariño que, cuando pasea con su padre, hay jiennenses que se acercan y le cuentan historias de la niñez. “Nos explican que vivían cerca de la calle Las Novias e iban a por cartuchos de las pizcas de las patatas que no se vendían en los bares. Mis padres le llenaban el cartucho por 5 pesetas”, afirma. Francisco y su mujer lo tenían que hacer todo a mano. Pelaban las patatas, las freían y luego las metían en las bolsas que sellaban con el fuego de una vela. El siguiente paso era la bicicleta o la moto —prueba de que el negocio crecía— para llevarla por los bares y las tiendas de alimentación de los barrios.
El verdadero paso de gigante fue el traslado a las instalaciones actuales. Fue en 1978. Francisco Gutiérrez cuenta que compró la nave a otro jiennense, que tenía un aserradero. Entonces, adquirió un horno, invirtió en algo de maquinaria y en una envasadora. No obstante, aún mantenía sus viajes hasta Alcalá la Real y otras parcelas de la provincia, en la que los agricultores cuidaban con esmero las patatas. “Tenían plena confianza en mí. Me llevaba el producto y sabían que cuando las vendiera volvería con el dinero. Nunca les fallé”, señala Francisco Gutiérrez. Sus hijos Clara, Isabel y Francisco están ahora al frente del negocio. Se incorporaron a lo largo de los ochenta. “Me daba mucha pena despertarlos para que se vinieran a trabajar. Sabía que aquí tenían un puesto de empleo y mucho futuro. Le estoy muy agradecido. Si mis hijos hubieran estudiado y se hubieran marchado de Jaén, hoy no tendríamos la empresa”, cuenta.
El nombre de Santo Reino nació por la vinculación con Jaén. “Recuerdo que mis padres, incluso, preguntaron en la Iglesia para ver si podían llamar así a los productos”, manifiesta Clara Gutiérrez. Hoy, la empresa mantiene los parámetros tradicionales, lo que constituye una de sus señas de distinción. “Conservamos la calidad y la elaboración artesanal”, recuerda Francisco Gutiérrez —hijo—. Asimismo, Isabel señala: “Tenemos que ser más profesionales y muy exigentes con la materia prima. Mimamos el producto en el proceso de elaboración. Velamos para que nuestros proveedores sean de la máxima confianza y mantenemos una firme apuesta por el aceite de oliva”. Patatas Santo Reino da trabajo a trece personas. Además, cuenta con una red de distribución que incrementa sus cifras de empleo hasta rozar las treinta de nóminas cada mes. Su primo —también Francisco Gutiérrez— es el que se encarga de distribuir los productos entre los clientes.
Patatas Santo Reino tiene una excelente posición en una red comercial “de corto alcance”, pese a que también realiza envíos a Málaga, Melilla, Madrid y hasta a Asturias. Dispone de 40 productos diferentes que coloca cada día en el mercado y tiene un papel muy activo en las redes sociales. Además, ahora celebra un feliz alumbramiento. “Patatín, Patatán” es su mascota, que comenzará a aparecer en sus productos. No obstante, aún le quedan algunos retoques, pero muy pronto se presentará en sociedad. Santo Reino es la esencia de Jaén que se puede trasladar de muchas maneras. Aceite, campo, salud, trabajo, tesón, calidad, empleo y riqueza viajan en cada patata.
"En el incendio de 1989 caímos y resucitamos"
Santo Reino tuvo un duro golpe en 1989. La fábrica ardió con unas llamas capaces de destruir largos años de trabajo. “Teníamos cosas aseguradas, pero no como se ha de tener. Caímos y tuvimos que levantarnos. Estuvimos a punto de morir, pero resucitamos. Aquí, todos maduramos de golpe”, explica Clara Gutiérrez. El incendio provocó que tuvieran que partir casi de cero. No obstante, la ilusión, la esperanza, las ganas de trabajar, el tesón, el conocimiento y la experiencia se salvaron del fuego y fueron catalizadores para salir hacia adelante. Ahora, Santo Reino construye una nueva fábrica, que abrirá en 2013 en el Parque Nuevo Jaén.