Pasión solidaria a raudales

Necesitaría que los días fueran de cuarenta y ocho horas y así tener tiempo para todo lo que lleva entre manos. Activa, optimista, abierta y muy solidaria, Lina Antonaya le saca a la vida todo el jugo y, siempre, volcada en los demás.

15 jul 2015 / 09:37 H.

Desde hace catorce años está al frente de la coordinación local de Fundación Taller de Solidaridad, una ONG que funciona en trece países y que se dedica a buscar fondos para realizar proyectos concretos enfocados a la lucha contra la extrema pobreza, a los niños y, sobre todo, a la promoción de la mujer como palanca de cambio, para que asuman ellas el liderazgo para sacar a los suyos de la miseria. “Me llena mucho y descubres que el ser humano es bueno por naturaleza”, asegura. Para conseguir los objetivos que se marcan cada año no cesan en la organización de conciertos, meriendas y todo tipo de iniciativas para intentar sacar a relucir la vena más solidaria de los linarenses, ciudad en la que reside ahora con su familia. Este año, los proyectos con los que se trabaja se dirigen al Congo, donde quieren construir tres pozos de agua potable, un cercado y una escuela para alfabetización de mujeres.

Le encanta viajar, coger la maleta y perderse. “Me gusta muchísimo, pero no hacer viajes para escapar de la vida, sino viajes para sentir la vida”. Hace tres años tuvo oportunidad de ir a Perú de la mano de la Fundación para evaluar los proyectos del Taller de Solidaridad que allí se realizan y volvió cambiada. “Fue una cosa muy bonita, una historia de vida. Se ve todo de otra forma. Te das cuenta de que somos unos ignorantes, mirándonos el ombligo”. Dentro de esta faceta de voluntariado, colabora también con la Tertulia Literaria “Paulo Freire”, un grupo enfocado para personas mayores, de unos setenta años de media, a los que inculca la pasión por las letras y la lectura, todos los jueves. “Hay días que ya no sé para dónde tirar”, bromea.

Además, saca tiempo para su Cooperativa “El Olivo” de Vilches, con la que realiza funciones de relaciones públicas y en el ámbito de la exportación. Es una de las accionistas, tiene algunas olivas, como ella dice, y se define como “agricultora de fondo”. “Me gusta ir al campo, ponerme mis botas y soy de los que todavía miran al cielo”. Presume de Vilches, el pueblo que la vio nacer un mes de septiembre de 1960. “Es el pueblo que todo el mundo quisiera tener”. Allí tiene sus raíces, recuerdos de una infancia feliz… “Lo tengo todo allí”, confiesa. Y no se pierde una fiesta. “Echarse la postura (beberse unos botellines con los amigos) es lo máximo”.

Pero, entre toda la vorágine de sueños e iniciativas que compagina en su ajetreado día a día, hoy por hoy hay algo más fuerte que todo: “Mi prioridad son mis padres. Necesito verlos, mimarlos, por eso voy muchísimo a verlos a Vilches. La familia es un puntal muy importante en la vida”. De su madre aprendió el refrán “manos que no dais, qué esperáis”. Y procura cumplirlo.