París, 13-N

La crisis que vive Europa es una crisis espiritual, una crisis de civilización, de conciencia, en la que hemos olvidado nuestros fundamentos y nuestro ser. 

    19 nov 2015 / 16:21 H.


    Vivimos en un mundo en el que el consumismo es nuestro dios, un dios que creemos puede dar respuesta a todos los interrogantes que el hombre se plantea sobre el significado de la vida. 
    Tras el atentado se han derramado muchas lágrimas y se han depositado muchas flores. Las primeras se secarán, las segundas se marchitarán. Y no podemos quedarnos ahí. La vieja Europa tiene que encontrar por sí misma la forma de relanzarse para superar esta dura prueba y todo individuo, por sí solo, ha de decidir superarla. Para derrotar este mal se precisa una respuesta física (policía, justicia, militares), pero, sobre todo espiritual. 
    La respuesta física requiere medidas extraordinarias. Afectan a nuestra vida cotidiana, pero tienen un carácter temporal. No podemos vivir en el miedo. Es difícil, habrá sangre, pero esperar no es la solución ya que al final habrá que actuar.
    Pero más que una acción policial o militar, será, redescubriendo la riqueza de nuestra identidad como podremos recuperar nuestros valores, en la familia, en la enseñanza, en el trabajo, aprender de nuestra historia, reconocer nuestro patrimonio moral y conseguir entre todos una fortaleza y un poso moral, que nos haga superar por nosotros mismos esta barbarie en la que nos tienen sumidos estos terroristas y de la que en parte somos responsables. Lo que están atacando es nuestra debilidad, nuestra forma de ver la vida y de vivirla, nuestra forma de vida occidental, basada en la civilización romana y en el cristianismo.
    Esta respuesta a la barbarie ha de ser algo personal, empecemos por nosotros mismos. (”¿Qué voy a hacer hoy para mejorar el mundo?”). Volver a afianzar esta sociedad es tarea de todos.
    Luis de Loma-Ossorio Rubio / Jaén