Parábola del farmacéutico
En aquel pequeño pueblo, a mediados del siglo XX, el farmacéutico ejercía de dueño y señor, auténtico cacique, de almas y haciendas. Un día llegó a su casa atormentado, y relató a su esposa la causa de tanta angustia. El alcalde, recientemente nombrado, había fallecido de repente y contaba con la necesidad imperiosa de proponer uno nuevo al gobernador,
quien le había apremiado para que en breve plazo lo hiciera, pues estaba prevista la llegada del ministro para inaugurar la Casa de Socorro y necesitaban contar en tan solemne acto con la figura del regidor municipal. Aquella noche la esposa no pudo pegar ojo y, a la mañana siguiente, astutamente, pensó en la posibilidad de ver cumplido su sueño. Aconsejó al farmacéutico que fuera su propio y único hijo quien tuviera la ocasión de convertirse en el primer edil del municipio. Aquel hijo, ya entrado en años, no había progresado en sus estudios, y desde adolescente se encontraba a todas horas recluido en la rebotica. Más que la madre, quien verdaderamente conocía al hijo y admitía sus limitaciones era el padre, de ahí que la propuesta de su esposa fuera de inmediato amablemente descartada. Pero la mujer, persistente, guiada y cegada por el amor de madre, insistió una y otra vez, hasta que el cacique, muy a su pesar, tuvo que dar su brazo a torcer y cableó al secretario del gobernador, siendo así que a los pocos días llegó el nombramiento del nuevo alcalde. No pasaron más de dos semanas, incluso antes de que llegara el día de la visita del ministro, cuando todo el pueblo fue consciente de la inutilidad de aquel muchacho para hacer otra cosa que no fuera trajinar en la rebotica, merma de la que solo eran conocedores hasta entonces sus progenitores, y que el padre, muy astutamente había preferido hurtar al conocimiento de sus vecinos. Este relato, a modo de parábola, lo refiere con frecuencia mi gran amigo Juan Cobo, y ahora me viene a la mente decepcionado por la manipuladora y provocativa precampaña electoral que viene acreditando el candidato del partido en el gobierno, gobernante él, con mucho poder, hasta hace muy poco, que se asemeja al hijo del farmacéutico cuando, salvo sorpresas de última hora, solo parece demostrar su saber hacer en la tramoya, entre bambalinas, en la rebotica del poder, exhibiendo sus carencias de auténtico líder, con propuestas de futuro creíbles, de lo que tanto está necesitada la izquierda. Por eso, si de inventar apelativos se trata, más que Alfredo o Rubalcaba, este hombre se nos está quedando en mero candidato Pérez, con disculpas de los Pérez, claro.
Francisco Moreno Medina es abogado