Para Garzón el “fango” ya nace en la Transición

Es famosa la anécdota que cuentan de Carlos III, empeñado en las reformas ilustradas para sacar a España del túnel.

11 may 2015 / 15:56 H.

Pidió a su Consejo del Reino que dejaran de cobrar sus emolumentos por el cargo, que ya tenían otros ingresos de que vivir. Uno de ellos, el del ramo de Marina y Montes (el que esquilmaba las sierras de Cazorla y Segura para la industria naviera), le preguntó, preocupado, de qué iban a comer y cómo iban a vivir. El Rey le dijo que estuvieran atentos a lo que pudiera caer de los árboles. Insistió el ministro, dudando de que algo pudiera caer, tal y como andaban los tiempos. Y el rey, Borbón, socarrón y cazador, le dijo: “Pues zarandead el árbol, que algo caerá”. La corrupción ilustrada. Ya ven.

Pues mira ahora por dónde, acaba de aparecer un libro escrito por Baltasar Garzón (Torres, Jaén, 1955), el juez jiennense que tantos elogios obtuvo, vituperios escuchó y acusaciones recibió. Su nombre, “Fango” (Debate 2015), levantará ampollas. Es fácil dejarse llevar por esa costumbre tan carpetovetónica de quemar el libro, ya que no puedes quemar a su autor. El tema no es baladí. Habrá quien desdeñe la obra sin leerla; quien se niegue a comprarla, aunque lo haga a escondidas, y quien se atreva a leerla por curiosidad. Nadie niega que el autor sabe del tema. Y mucho…, pero en estos cien años, quedan menos chorizos.

No hago aquí comentario entero del libro pero sí de un aspecto, a mi juicio, clave para entenderlo y una de sus grandes aportaciones. El Diccionario de la RAE es claro al definir la palabra “fango”:“ Lodo glutinoso que se forma generalmente con los sedimentos térreos en los sitios donde hay agua detenida”. Y los sedimentos no son otros que los de la “Transición Española”. Pese a cuanto se ha beatificado, santificado, glosado y aplaudido, muchos de los problemas actuales, incluida la corrupción, proceden de entonces, por no haber sabido o querido meterle mano. La “Santa Transición”, que no fue tan santa, necesita una profunda revisión. Muchos de estos lodos proceden de aquellos polvos y “sedimentos terrenos con aguas detenidas”. Hubo demasiado “pacto” entre quienes querían seguir y entre quienes querían volver. Hubo demasiada “ley de punto y final” para evitar no sé qué guerras inventadas.... Y a muchos se les pagó el silencio, situándolos en consejos de administración y salas de máquinas de bancos y empresas estatales que estuvieron consintiendo la corrupción hasta mediados de los años 90 y más concretamente hasta que al pueblo se le hincharon las narices con la crisis de 2008. Por eso, este libro es una enciclopedia de la corrupción desde el franquismo hasta la actualidad. La Transición necesita también sentarse en el banquillo.

El ser corrupto llegó a ser gracioso, picaresco, cosa de “listos”. Casi el 30% de nuestra economía es sumergida, solo países como Italia, Grecia y Portugal nos superan. En 2008 ha sido cuando la ciudadanía ha empezado a posicionarse en contra de la corrupción. A nadie interesó profundizar en la corrupción que se incubó en el franquismo, durante la Transición, en los mecanismos de la dictadura. Sencillamente se obviaron. De todo esto, y es lo más clave, viene a hablar el libro. Eso lo hace interesante.