Palabras de amor, tronos y desdichas
Cartas. Tenía el alcalde de Jaén el ánimo contrariado, mustio, la cabeza gacha y el semblante doliente. Pululaba por la Alcaldía incapaz de concentrarse. Cada día, nervioso, esperaba la llegada del correo con el deseo no correspondido de que, desde San Telmo, Griñán contestara a sus misivas. Pero esas palabras de amor, sencillas y tiernas, que echó al vuelo tiempo ha, no hubo tiempo de aprenderlas... Cierto es que, como cantaba Serrat, eran tres frases hechas, entonadas un día sí y otro también, pero que el bueno de Griñán, distraído él, qué duda cabe, en sus cuitas del “ser o no ser”, no llegó a contestar en términos que a Fernández de Moya agradaran.

Sin embargo, no es José Enrique persona que se arredre ante los desplantes y ahora que Susana hereda palacio, anuncia una nueva carga epistolar. Ahí está con la pluma enhiesta y cargada de lisonjas. Le recomendamos, no obstante, un cambio de estilo, con pizpiretas rimas y sonoras metáforas. Los asuntos, nos tememos, solo tendrán ligeras variaciones temáticas, porque trascienden de lo divino y se quedan en lo mundano: Plan General de Ordenación Urbana, deuda y aquel invento del demonio, tranvía, creo que le llamaban. Todavía no es primavera en El Corte Inglés, pero llegará, y se respira un aire de “el cambio del cambio”, cargante elixir metafórico, para anunciar un tiempo nuevo pleno de esperanza. Percibo, desde el Santo Reino, una nueva era de entendimiento. Ahora, además, que en el PSOE jiennense todos, sin excepción, son “susanistas”, es otra oportunidad de oro para Jaén. En un tiempo no muy lejano veo entrar a Susana Díaz en olor de multitud para solventar estas pequeñas discrepancias protocolarias con el PP. Conscientes ambos, sin duda, de que el estado de la ciudadanía así lo requiere y, además, con el recuerdo siempre presente de aquellas revueltas que tanto les preocuparon. Otra visión. Cae la tarde, precioso y multicolor otoño sevillano, Griñán sentado, con la puesta de sol en su punto álgido, melodía de “Los Puentes de Madison”, repasa una vieja caja de madera llena de cartas. En el fondo, un taco, con lazo azul, la mirada se le empaña pensando cuántas veces estuvo a punto de responderle. Él quería, pero su amor era imposible. Historias de Capuletos y Montescos.