Pakistán y la lenta llegada de ayuda humanitaria internacional
Los calificativos se quedan cortos para describir el alcance de las masivas inundaciones que afectan a Pakistán, las peores en los últimos ochenta años, una catástrofe sin precedentes en aquel país que ya abarca una superficie similar a Suiza, Austria y Bélgica juntas.
Se calcula que más de quince millones de personas se han visto afectadas de manera directa o indirecta por la tragedia, un drama que la comunidad internacional parece no haber asimilado aún. Así al menos se denuncia desde la oficina humanitaria de la ONU, que insta a todos los países donantes a que aceleren el cumplimiento de sus compromisos antes de que las epidemias hagan más estragos de los que ya han hecho las riadas en sí. Hasta ahora son 1.600 las personas fallecidas según el cómputo oficial, aunque puede aumentar de manera exponencial por enfermedades como el cólera o la malaria, relacionadas directamente con la mala calidad del agua. Desde la UE se prepara una movilización de recursos de gran alcance para intentar atender a los supervivientes, aunque el presidente Durao Barroso ha insistido, especialmente, en que es esencial la contribución de todos los estados miembros para que el contingente cumpla su objetivo. Ya se han destinado 40 millones de euros a ayuda de emergencia, pero es preciso que los 27 hagan un esfuerzo aún mayor. Con todo, lo fundamental en estos momentos de la ayuda internacional es que llegue a cuanto antes, que se distribuya sobre el terreno, porque si se retrasa demasiado, además de dilatar en el tiempo el sufrimiento de las víctimas que han sobrevivido, las epidemias pueden ser mucho más difíciles de atajar cuanto más se tarde en combatirlas. Quizá habría que reflexionar sobre la creación de algún tipo de mecanismo que sea capaz de reaccionar con más celeridad ante catástrofes humanitarias de este calado.