Pagar y vivir sale más barato
Pagar y vivir en Jaén sale más barato que hace un año. Lo dice el Instituto Nacional de Estadística (INE) en el último Índice de Precios de Consumo (IPC). Pero, ojo: los jiennenses también tienen ahora mucho menos porque sus salarios casi no han subido —o han bajado—, existe una gran tasa de paro y las familias están achuchadas.

Tal vez, por esto, todos se “ajustan” o, dicho de otro modo, las empresas se ven obligadas a bajar los precios.
El IPC se reduce el 1,5% en la provincia. Las rebajas en la ropa y en el calzado hacen que la tasa mensual disminuya. No obstante, se trata más de un tendencia que de un hecho aislado, ya que, si se compara con el año pasado, los precios han bajado un 0,7% en la capital y en su provincia o, lo que es lo mismo, un jiennense que se gastaba 1.000 euros en vivir hace un año ahora haría lo mismo con 993 euros. Precisamente, uno de los sectores que más abarata sus productos es la alimentación acuciada por la gran “guerra” que libran las empresas distribuidoras para captar a un cliente apurado por la crisis que busca género de calidad al menor precio. El último IPC deja claro que Jaén es la provincia andaluza con mayor bajada de los precios y la cuarta por detrás de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla y la provincia de Ciudad Real. Para las familias, a priori, es bueno que bajen los precios, aunque si se analiza de forma más minuciosa se ve que el descenso del coste de la vida es una necesidad. Los jiennenses cuentan con menos poder adquisitivo, por lo que las empresas se adaptan.
¿son buenas las bajadas?. Si los precios caen para compensar el menor poder adquisitivo de las familias, no es una mala noticia. En cambio, para los negocios no está tan claro. Si las empresas son capaces de compensar la disminución de los ingresos —por la caída de los precios— y mantener los márgenes, tampoco. El problema radica en que, generalmente, esto no es así, lo que deriva en una pérdida de la competitividad de los negocios y en la necesidad de ajustes. Si se vende menos y, además, más barato, los emprendedores suelen compensar con reducción de puestos de trabajo y recortes en los salarios, lo que deriva en menos empleo y una bajada en la remuneración de los trabajadores. Igual le ocurre a la economía de la provincia. Si es capaz de compensar la bajada del poder adquisitivo de su gente con género más barato y mantiene sus ingresos, incluso beneficia que baje el IPC. En cambio, si no es así, el pulso se vuelve más débil o, dicho de otro modo, pese a que los precios estén bajos, habrá muchas personas que no podrán comprar. Por eso, una bajada del IPC suena bien, pero hay que tomarla con mucha cautela.